domingo, 30 de mayo de 2010

Biografía Criolla (IV de VI) Las deliberaciones de Antonio "Pata" Beltrami




Por Roque Domingo Graciano




o) “Pablo fue guiando el grupo con el timón”



- Hicimos una travesía remando desde Ushuaia hasta el Cabo de Hornos, ida y vuelta, 500 kilómetros. Planificamos el viaje 2 años. Se hizo en cajacs individuales de 5 metros y medio, de plástico. Cada tripulante viajaba en su cajac. Marchamos en fila india o en línea de frente, con una distancia de costado entre embarcación y embarcación de 2 ó 3 metros, de manera tal que podíamos ir charlando.

- El andar en general era tranquilo, con poco viento. A veces, se ponía feo; en tal caso, marchábamos como podíamos en la medida en que el viento, las olas y el frío lo permitían.

- Eran tres cajacs. Comenzamos a prepararnos en África. Nos sacudimos fuerte en el canal de Mozambique y llegamos a atravesarlo, en su parte más angosta, hasta llegar a Madagascar, con apoyo de embarcaciones y en etapas. Seguimos la preparación en el lago Tana, una fuente del Nilo Azul, en Etiopía y terminamos en los rápidos de Mendoza.

- No es sólo remar sino el trabajo de complemento. Con los rusos aprendí a hacer pesas, a respirar. Trabajamos mucho “el musculaje”.

- En Mendoza, hicimos río de montaña.

- El trabajo físico nos llevó 3 años y, simultáneamente, 2 años le dedicamos a la logística: recopilar datos de travesías anteriores, los puntos de detención, los lugares donde no convenía detenerse, la comida más conveniente, la ropa y elementos más adecuados para la navegación.

- Durante la travesía, remamos un promedio de 6 horas por día salvo 1 ó 2 días que remamos sólo una hora (o algo más) porque las tormentas impidieron que continuáramos. En una oportunidad, tuvimos muy buen tiempo y remamos 9 horas, haciendo dos etapas en un día.

- Hay que estibar todo dentro del cajac: comida, ropa, elementos de navegación.

- En el mapa, ya teníamos los puntos donde debíamos detenernos para comer algo y descansar un rato. La estrategia era tener puntos fijos y rutas de escape por si se armaba una tormenta en el medio.

- Salimos de Ushuaia hacia el norte. Recorrimos Lapataia. Paramos en isla Redonda, a partir de ahí, cruzamos el canal de Beagle y nos dirigimos en dirección “este” – “sur”, bordeando la Isla Navarino.

Cuando parábamos, encontramos parajes desolados y otros no; son puertos muy pequeños, como de una postal.

Del lado argentino, hay puestos de Prefectura. Paramos en las islas Redonda y Almansa donde fuimos muy bien recibidos. Los lugareños nos acogían en sus refugios y, de esa manera, ahorrábamos medio día de trabajo, entre armar la carpa y aderezar la comida.

Del lado chileno, arribamos a Puerto Toro que es un pueblito de 18 personas, pescadores, con un colegio al que asisten ocho chicos. Pescan centolla, congrio. Un pescador chileno, Carlos, nos agasajó con una panzada de centolla. Nos trató bárbaro, muy humilde y todo corazón.

Los pobladores de Puerto Toro están acostumbrados al frío y andan de manga corta, con un pulóver liviano. Gente que vive allá desde hace 30 años. Ahí no se enferma nadie. Nosotros estuvimos con temperaturas muy bajas y no sufrimos ni un resfrío ni nada. El resfrío se pierde por el camino. No teníamos tiempo ni de resfriarnos y pensar que estábamos con 19 grados bajo cero de sensación térmica, con nieve. El frío no se siente como se siente en el Río de La Plata. Se siente menos el frío en el sur.

Lo que castiga mucho en el sur es el viento. Cuando sopla el viento, baja mucho la sensación térmica.

- Lo que más cuidamos durante los preparativos fue conseguir el equipo ideal para sufrir menos las inclemencias del tiempo. Trajimos de los EEUU un equipo especial para remar con una remera manga larga, un calzoncillo térmico y un equipo especial (un pantalón rompe viento y una campera rompe viento) que no permite el paso del agua ni del frío y, sí, permite que el cuerpo transpire. Entonces, cuando remábamos estábamos totalmente aislados del frío y de la temperatura del agua.

Cuando nos bajábamos del cajac, inmediatamente, nos quitábamos el equipo y nos poníamos ropa seca: una campera de duvet y un buzo de polo y estábamos bien.

- Un lugar peligroso es Bahía Nasau, un cruce, una bahía de 34 kilómetros, donde si te agarra una tormenta no hay forma de escapar.

- Nos agarró una tormenta muy fea volviendo del Cabo de Hornos desde una isla a otra, en un trayecto de 9 kilómetros. Fue un error nuestro; salimos cuando no debíamos haber salido; salimos tarde, a eso de las 4 de la tarde, cuando nuestro término extremo de salida era las 3 de la tarde. Salimos a las 4 ó 4 y media y estaba nevando.

- Para mí, la más dura fue cuando dimos la vuelta al Cabo de Hornos. Habíamos estado 4 días parados en la isla, con el cuerpo chileno de Prefectura quienes nos atendieron muy bien. Es una familia que vive allá durante todo un año. Nos dieron refugio durante 4 días porque no podíamos salir como consecuencia de los vientos de 80 kilómetros por hora. ¡Cuatro días encerrados en la casa! Cuando pensábamos que se había calmado la tormenta (quizá impelidos por nuestra impaciencia y aburrimiento), armamos todo para salir y nos agarró la tormenta cuando volvíamos a Ushuaia, dentro del agua. Un trayecto que debíamos hacer en 3 horas, lo hicimos en 5 horas. Cayó la noche con olas de 4 metros. Me descompuse. Venían olas y viento de atrás, de la espalda y con tanto viento y olas, los cajacs toman mucha velocidad y se descontrolan. El capitán, Pablo, me preguntó cómo estaba. Le respondí que estaba duro y contracturado. Entonces, nos arrimamos los dos, llamamos a Martín, con un silbato; cuando Martín se arrimó hicimos un catamarán. Nos abrazamos los tres de los aros de los cajacs y así quedamos pegados, sin remar. Pablo fue guiando el grupo con el timón. Llevábamos un velero como embarcación de apoyo y comenzamos a enviarle señales con luces de bengalas porque no lo veíamos. El velero tampoco nos veía a nosotros. El censor de la embarcación no nos captaba, hasta que vieron las bengalas y se pusieron delante del catamarán, guiándonos. Con el timón, íbamos detrás del velero y entramos a una bahía después de una lucha desigual de 2 horas y media. Teníamos las manos totalmente congeladas. Agarramos las palas (los remos) como pudimos, sin sentir las manos, y así hicimos 200 o 300 metros hasta llegar a la costa. Tomamos algo caliente, nos pusimos ropa seca y caminamos hasta un refugio deshabitado que la Prefectura tiene ahí, en esa bahía, y que lo habíamos ubicado en nuestros estudios previos. Como pudimos, entramos en calor. No obstante, estuvimos 3 ó 4 días con un cosquilleo muy fuerte en la punta de los dedos, con la sensación de que no teníamos la punta de los dedos. Ahí, en la bahía, esperamos que se calmara la tormenta.

- Entre los elementos que llevábamos en el cajac, teníamos una cocina portátil, pequeña, para hacer nuestra comida; también un encendedor para hacer funcionar la cocina.

Las islas tienen abundante leña y con esa leña armábamos fuego. También hay chorizos de agua constantemente. Por otra parte, llevábamos termos con agua caliente, sopa y gelatina caliente.


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