lunes, 27 de diciembre de 2010

“Biografía Criolla (VI de VI)-El relato de Helio Ural (el Grillo) Rodríguez Valdez”








Por Roque Domingo Graciano






k)“la tiró por el balcón”

- Eso no me sorprendió para nada. La visión que me dio esta mina sobre los cómicos y los payasos en cuanto a su vida familiar es la que yo tenía. Te aclaro dos cosas. Primero, la vida privada es privada. Segundo, te hablo de payasos, cómicos no humoristas. Todos los cómicos que he conocido han tenido una conducta privada aberrante: celos enfermizos, autoritarios, golpeadores y violadores “familiares” (no sociales sino en el seno de la familia), alcohólicos o drogones. En fin, una mierda de tipos en su vida familiar. Recuerdo un cómico que se hospedaba en nuestro mismo hotel, en Mar del Plata. Todas las noches, cuando volvía de actuar, de hacer reír a miles de personas, le pegaba una paliza a la mujer que la dejaba para el hospital. Un día, la tiró por el balcón de la habitación, desde un tercer piso, mientras la castigaba. Alguien que la vio caer como una bolsa de papas, ensangrentada, gritó: “¡Llamen una ambulancia! ¡Una ambulancia!” y este loco de la guerra, desde el balcón del tercer piso, les gritó: “! Mejor llamen a la funeraria!”

- A mí, nunca una mujer me pidió que le consiguiera otra mujer. Esto no implica que ese mercado no existiera. Más aún, me consta que ese rubro lo explotaban algunos colegas.

- En ese orden de cosas, toda generalización puede ser equivocada; no obstante, mi impresión es que el varón le teme a la sexualidad de la mujer dentro del matrimonio; teme desatar, liberar el sexo de la mujer. También, la mujer teme abrir toda su sexualidad dentro del matrimonio. Algo así como un sexo con límites, “hasta ahí”. De alguna manera y parcialmente, el precepto católico “sexo para la procreación” se cumple.

Era frecuente que tipos que me pedían que les consiguiera una chica, me comentaran, a manera de justificación: “El sexo en el matrimonio es aburrido.” o “Si es decente, la mujer no te puede dar placer.”

Asimismo, hubo mujeres que me comentaron después del encuentro con el primer cliente: “Yo sabía que me faltaba algo pero nunca imaginé que fuera tanto, tan fascinante y envolvente.” tres meses después me decían. “Basta, por el momento no más clientes. Hago una pausa. Cuando tenga ganas de volver, te aviso.” Nunca más me lo pedían.

- Hacia principios de la década del 70, en un boliche en el cual tenía participación (si bien yo no lo atendía ni administraba) que funcionaba en calle 11 y diagonal 78 bajo el nombre de Er gitano, se reunía un grupo de travestis. Tengo entendido que ahí comenzaron a incursionar en locales públicos, en la ciudad de La Plata. Según mis socios, los travestis eran de buena posición social y económica; tenían óptima relación con la clientela. Ese era el dibujo que me vendieron por aquel entonces.

domingo, 19 de diciembre de 2010

“Biografía Criolla (VI de VI)-El relato de Helio Ural (el Grillo) Rodríguez Valdez”






Por Roque Domingo Graciano






j) "un caso pintoresco"


- Tengo un caso pintoresco. Te lo contaré con algunas elusiones porque no quiero enlodar una figura entrañable de los argentinos con anécdotas de fondo de cacerola.

En el barrio (en la 116), desde siempre, vivía una familia de portugueses. Una de las pibas de los portugueses se casó con un cómico que con el correr de los años se hizo famosísimo trabajando en parques de diversiones, revistas, cabarets, radio y televisión. Un día, este payaso cayó enfermo y la mujer (la hija de los portugueses) volvió a la casa de sus padres con sus tres hijos. Diariamente, iba a visitar a su marido que estaba internado en una clínica de la ciudad de Buenos Aires, con una enfermedad terminal: cáncer de próstata con metástasis en el cerebro. En esos viajes, establecimos una cierta amistad y me habló largamente de su vida junto a este cómico famoso. Entre otras cosas, me comentó que esta figura del espectáculo, que hacía reír a grandes y chicos sin distinción social ni de género, era un golpeador. Le pegaba a ella y a sus hijos y, quizá, algo más, aunque esto último es una inferencia mía.

- Sí. Posiblemente eso, aunque ella no me lo dijo sino que lo conjeturé a partir de sus palabras.

Continúo. Cuando nuestra relación era firme, me pidió que le consiguiera clientes porque ella necesitaba dinero dado que la enfermedad del marido la dejaba sin recursos económicos. “Los gastos son muchos y los ingresos cero.”

La asesoré minuciosamente sobre los pliegues y repliegues del oficio y la instalé en el hotel del sindicato de Luz y Fuerza en Mar del Plata para que trabajara los viernes, sábado y domingo. Todo bien. Tenía un ingreso de acuerdo a lo previsto. Los lunes, ella viajaba directamente a Retiro para visitar a su marido que seguía internado. Así, pasó casi un año. Cuando murió el marido, cobró buen dinero en concepto de seguro de vida. Pensé que dejaría el oficio, por eso me sorprendieron sus palabras: “Ni loca lo pienso dejar. Ahora que él murió, lo pienso ejercer aquí, en Capital. Me alojaré en el Sheraton. Eso sí, a partir de hoy, el gerenciamiento de mi trabajo lo hago yo misma. Discutamos cuánto te debo y cerremos las cuentas.”

¡No se puede avivar giles!

lunes, 13 de diciembre de 2010

“Biografía Criolla (VI de VI)-El relato de Helio Ural (el Grillo) Rodríguez Valdez”




Por Roque Domingo Graciano



i) "la ecuación diferencial de la prostitución es: placer sexual igual dinero"


- Como en nuestra infancia, los papeles de “ladrones” y “policías” se intercambian. Las fronteras son débiles e imprecisas.

- Una prostituta cayó en cana por un crimen que se había cometido en el camino a Punta Lara. Quedó detenida en la Brigada Femenina de calle 1. El jefe de la Brigada me llamó al mes de la detención de la flaca y me dijo: “A Leticia (ese era el nombre de guerra de la profesional), la empaquetaron y le quieren endilgar el crimen. Para zafar necesita buenos abogados, buenos peritos y guita para los jueces y secretarios. En dos palabras: necesita ‘plata’. Quiero salvarla porque es una piba buena e inteligente; los asesinos son unos hijos de puta a los que, si puedo, los voy a cagar. Está sana. Se le hicieron todos los análisis. Lo tuyo es conseguirle clientes sanos y con dólares; controlarla y manejarte en una ambiente discreto. Yo la dejo salir todas las noches a partir de las 22 horas. De 22 a 6 de la mañana. La retirás vos y la devolvés vos. Si necesitás un ladero, me lo pedís.”

Le observé: “Pongo dos condiciones. Primero, cobro el 10 %. Segundo, ella debe aceptarlo con agrado; necesito charlar ‘a solas’ con ella.” El comisario me dijo que él cobraba el 15 % y que charlara cuanto quisiera con Leticia.

Todo bien. La flaca estaba de acuerdo. Con absoluta facilidad, te hacía 500 dólares la noche. Juntó el dinero. Pagó a jueces y abogados y salió libre.

- La riqueza y la pobreza dan presentaciones diferentes al fenómeno. No obstante, la ecuación diferencial de la prostitución es: placer sexual igual dinero.

- Mujeres insospechadas con familias constituidas (marido, hijos), sin problemas económicos, me han pedido que les buscara clientes. Trabajaban durante una etapa y después se retiraban; como si se hubieran probado a sí mismas que eran capaces, como poseedoras de un poder secreto. Llevaban el chico al colegio, lo dejaban en la puerta de la escuela y de ahí, sin hiato, se iban al encuentro del cliente. A las 17 horas, estaban nuevamente en la puerta del colegio para retirar el niño.

Alguna me comentó que a partir de esa experiencia “mi matrimonio funcionó mejor.”

También, los hombres casados con matrimonios armoniosos me pedían que les consiguiera chicas para satisfacer su sexo. Eso era lo clásico. Asimismo, tenía clientes que me pedían muchachos.

lunes, 6 de diciembre de 2010

“Biografía Criolla (VI de VI)-El relato de Helio Ural (el Grillo) Rodríguez Valdez”







Por Roque Domingo Graciano






h) "El trabajo es el camino más fácil para obtener dignidad y respeto"[1]

Un denso anochecer de verano, fui a buscar a Cacho a su casa. El jardín en penumbras estaba húmedo, impregnado de agua. Ella estaba sentada en un sillón del jardín, debajo de una palta. “Cacho se fue a rendir el final de violín. Pasá. Sentáte. ¿Querés ensalada de frutas?” Mientras comíamos ensalada de frutas me contó que a ella le hubiera gustado ser violinista. “Yo soñaba con ser violinista. Hasta el día de hoy, muchas noches, me duermo con la imagen de que estoy ejecutando el violín.” Cuando chica, entre los 8 y 10 años, había estudiado violín en la Biblioteca Euforión[2]; lo hacía a escondidas de su padre, un calabrés bruto y violento; una tarde, el padre descubrió el violín que la madre le había comprado subrepticiamente y lo rompió entre sus manos. La oscuridad de la noche había cubierto totalmente el jardín. Su cuerpo estaba en un espacio de sombra; no distinguía sus rasgos y su voz emergía de un bulto fantasmal que me hablaba y, a la vez, me ignoraba. “Yo no sentí que rompió el violín; me partía a mí; me astillaba en mil pedazos. Diez o doce años después, lo descubrí muerto en el catre donde dormía la siesta. Una embolia cerebral. En mi mente, no estaba ese cuerpo muerto, inerte, sino el hijo de puta que destrozaba mi violín.” No era la única perrada que le había hecho el padre. Tampoco le permitía estudiar porque para el calabrés la mujer que estudiaba era una puta. No obstante, secretamente, con el apoyo de su madre ella había estudiado en la Escuela Superior de Comercio de calle 46 y diagonal 80. “Éramos 3 ó 4 mujeres. La carrera era de 4 años.” “A la noche, en un galponcito que había detrás de la cocina (entre escobas, palas, azadas y rastrillos) mi madre me alumbraba con una vela para que yo pudiera estudiar. Tenía terror de gastar energía eléctrica o de que mi padre descubriera que yo estudiaba. La paliza sería terrible.” “Cuando me recibí de Perito Mercantil, una vecina me cortó el pelo ‘a la garzón’ y mamá, con un clavo calentado en una hornalla, me hizo rulitos. Quería estar paqueta para recibir mi diploma. El despelote fue al otro día, cuando mi padre descubrió mi nuevo ‘look’. Estalló en una crisis de violencia. Nos pegó con una pala y después manoteó un machete. Mi madre y yo huimos a la calle. Rompió todas mis cosas: mis libros, mi cama, mi ropa, a los gritos de ‘¡prostitutas!; ¡mal paridas!; ¡reventadas!; ¡hijas del diablo!’ Los vecinos se acercaban aterrados. Sólo tu abuelo tuvo cojones para entrar a la casa. Lo calmó con 4 gritos y se lo llevó hasta la cantina del club Everton. Nosotras no dormimos en toda la noche. Apareció a la 5 ó 6 de la mañana. Se acostó y durante semanas no nos dirigió la palabra; nunca más tuvo accesos de violencia y las agresiones disminuyeron ostensiblemente.” Tuvo palabras elogiosas hacia mi familia. Me sorprendió que ella pensara que mi familia era culta y criteriosa. Veía a mi madre como una mujer firme e independiente.

La magia del momento se rompió con la llegada de Cacho y el señor Capelletti. “Todo bien. El miércoles próximo tiene que rendir ‘armonía’; lo más bravo ya está.” Esa noche cené con mi hembra inalcanzable, mi hembra cósmica. Secretamente, estaba contento, satisfecho porque me había contado historias íntimas que no divulgaría diariamente y porque ella, justamente ella, tenía una imagen positiva de mi familia.

- Yo era muy chico e indefenso para tamaña mujer. Cuando comenzamos el secundario, Cacho fue a la Normal 3 y nuestros caminos se bifurcaron. A ella, la veía fugazmente, me saludaba siempre amable, con un beso “Hola, Helio Ural.” Siempre me llamaba por mis dos nombres, jamás me decía Grillo. Trabajaba mucho. Me sacudía su cercanía, la sospecha de su sombra.



[1] Labuela. (El Ordenador)

[2] Tradicional institución del barrio El Mondongo (diagonal 79 nro. 367) , fundada el 2 de agosto de 1927. (El Ordenador)

“Biografía Criolla (VI de VI)-El relato de Helio Ural (el Grillo) Rodríguez Valdez”











Por Roque Domingo Graciano





g) “Yo adoraba ese cuerpo”

- Mi primera gran calentura fue la madre de un compañero de la barra, Cacho Capelletti. Cacho era hijo único, como yo y vivía a 50 metros de casa pero tenía padre. El padre y la madre trabajaban en el Ministerio de Economía, en la Dirección de Rentas. La madre de Cacho me enloquecía, podía llegar a matar, a robar, a hacer cualquier cosa por esa mujer. Ya había tenido relaciones sexuales con otras mujeres, de cualquier manera, fantaseaba con esa mujer de manera sórdida. La mina trabajaba de mañana en el Ministerio, volvía a la casa al mediodía y regresaba a la tarde para hacer “horas extras”. Cuando ella volvía a la casa, frecuentemente, estábamos con Cacho. La mina nos saludaba, nos daba un beso y entraba al dormitorio, se quitaba la ropa, se ponía una suerte de cofia en la cabeza (para que no le tomara olor el cabello) y en corpiño, bombacha y tacos altos pasaba para la cocina o el baño. Yo adoraba ese cuerpo. A veces, yo entraba a la casa y ella estaba en la cama, leyendo una revista, en bombacha y sin corpiño: “Pasá, Cacho enseguida vuelve, me fue a comprar cigarrillos.” Me sentaba en el vestíbulo e intentaba leer una revista pero no podía; esa mujer desnuda me obsesionaba. Llegué a masturbarme, ahí, en el sillón a pocos metros de ella.