sábado, 28 de agosto de 2010

“Biografía Criolla (V de VI)-El cuento chino de Celeste “Peky” Cardozo”






Por Roque Domingo Graciano





j)“Mi tío no tenía militancia política”


- Mi tío, el Facha Cardozo era diferente en cuanto a vocación, objetivos y actividad. Andaba metido en el mundo del rock, de la comunicación, del espectáculo aunque ambos hermanos eran bastante parecidos físicamente. En una oportunidad, la policía le tendió una celada al Buda. Lo esperaron en una casa de calle 26. Imprevistamente, apareció mi tío, el Facha y la patrulla policial se preparó para abatir al “delincuente terrorista”. Hubiera sido el último día del Facha de no mediar una fortuita circunstancia. El oficial de policía que comandaba el operativo había viajado con mi tío a Estados Unidos en la comitiva que acompañaba a Goyo Peralta y, en ese viaje, habían establecido una cierta amistad. El día de la trampa (en calle 26), lo reconoció en el momento justo y no sólo detuvo el fuego inminente, sino que se confundió en un abrazo con el “delincuente”, para asombro de la tropa que tenía el dedo en el gatillo.

- Mi tío no tenía militancia política. Le gustaba la música, el rock. En el Centro de Fomento de calle 137, se presentó muchas veces con bandas como Batidora de Cemento o Teléfono descompuesto; también apoyaba musicalmente y en imagen un espectáculo de lucha que era muy popular por ese entonces: Titanes en el ring[1].

- El tío formó parte de distintos grupos. De tal manera, en mi casa (viví con el Facha y su mujer desde los 2 hasta los 19 años) siempre había música pero no busqué expresarme con un instrumento sino que me expresé con mi cuerpo. Poseía un potencial, un estímulo que he desarrollado a lo largo de mi historia personal.

Para mí, la danza es un lenguaje distinto, diverso, en el que está involucrado el cuerpo de manera contundente y a la vez, simultáneamente, es la búsqueda de un lenguaje para expresar diferentes maneras y realidades.

- Investigo a partir de un bosquejo, voy trabajando la estructura y así puedo abordar diferentes lenguajes y temas musicales, aunque, como actante, prefiero el espectáculo movido, flash, con lenguaje expresionista.

- Estudié desde los 7 a los 14 años en la Escuela de Danzas Clásicas. La danza implica mucho sacrificio, sobre todo si está conceptualizada desde lo clásico. Me dejó una disciplina estricta que sólo valoré de adulta.

Más tarde, aprendí a disfrutar la danza pero la danza sólo es placentera si primero se la “sufrió”. Es como el atleta: disfruta haber hecho los 100 metros en 9 segundos pero cuánto esfuerzo y sacrificio encierran esos 9 segundos.



[1] El líder del grupo era Martín Karadajián. El espectáculo de lucha se pasaba por televisión. Tenía una audiencia importante, sobre todo entre el público infantil. Era un show circense; no de lucha técnicamente hablando. (El Ordenador)


sábado, 21 de agosto de 2010

“Biografía Criolla (V de VI)-El cuento chino de Celeste “Peky” Cardozo”




Por Roque Domingo Graciano


i)“Elvira tenía una cirugía estética en la nariz y le habían ensanchado la frente”


- Los papeles dicen que nací en la maternidad de la ciudad de La Plata, calle 69 entre 115 y 116. En realidad, nací en un “hospital” de la organización montoneros. Tengo indicios de que el llamado “hospital” (un departamento con instrumental médico y una habitación aséptica) estaba ubicado detrás de la Facultad de Medicina, frente a la actual Facultad de Ciencias Naturales, en calle 121 entre 62 y 63. En los años 70, era una zona de estudiantes universitarios. Hasta allí, con los ojos vendados, llevaron a un médico que atendía en la zona de Ringuelet para que la asistiera a Elvira en su parto. Después, en otros “aguantaderos” la atendió 3 ó 4 veces. Hablé con este médico, le mostré fotos de mamá y me dijo que sí, que él tiene la vehemente presunción de que ella era la mujer que atendió a fines del año 75. Me indicó que para ese entonces, Elvira tenía una cirugía estética en la nariz y le habían ensanchado la frente “pero sí, era ella”. Me agregó que a él lo llevaron compulsivamente, bajo amenaza. Me dijo que él atendía a la comunidad en una “salita” y que los “montos” lo habían levantado y llevado haciendo ostentación de armas. Él no sólo no pertenecía a la organización montoneros sino que discrepaba con su metodología. “Accedí por temor (que realmente lo tenía) y también porque había dos vidas humanas y mi ley como católico y como médico era privilegiar la vida por sobre cualquier otro valor, aún el de mi propia libertad y bienestar.”

Por situaciones como esas, producto de la violencia imperante en el país, este médico se fue del país, a Mozambique, África.

- Me reencontré con mi médico partero a través de viejas y ovilladas amistades que la vida me donó para que yo develara mi historia.

- Me enteré a los 17 años de quiénes eran mis padres biológicos. Lo que conozco del Buda y de Elvira es una reconstrucción de familiares, amigos y militantes. Estuve 15 días en la Universidad de La Plata, en el edificio de 48 entre 6 y 7 y allí conversé y grabé muchas charlas con quienes conocieron a mis padres. Esas tres valijas están llenas de cintas grabadas, periódicos, diarios y libros que de alguna manera mencionan o aluden a mis padres.


lunes, 16 de agosto de 2010

“Biografía Criolla (V de VI)-El cuento chino de Celeste “Peky” Cardozo”




Por Roque Domingo Graciano



h) “Quieto y distante, desde la sombra de la higuera de un jardín vecino, observaba la escena”





- La muerte de Elvira no sorprendió a sus padres. La habían aceptado como una certeza ineluctable. Resignados, durante días, semanas y meses esperaron la información precisa que les llegó de una manera críptica.

El día en que Elvira se suicidó, en el jardín de la casa de Santa Teresita, apareció un perro viejo, sano y bien alimentado. Al principio, los abuelos pensaron que era el perro extraviado por algún turista y preguntaron a los vecinos si sabían quién era el dueño de ese perro negro, “lanudo” y de importantes dimensiones, “debe pesar como 50 kilos o más”.

Nadie supo indicar quién era el dueño, si bien coincidieron en que no era “un perro de la calle”. El tranquilo animal saludaba mansamente a los abuelos, bebía agua de un balde y merodeaba por la casa como una sombra.

Así, pasaron 2 días. A la mañana del tercer día, el perro (contra su costumbre) comenzó a ladrar insistentemente hacia la ventana del dormitorio de los abuelos. El abuelo se enfadó y le tiró con un objeto para que se callara y se alejara de la ventana. Fue en vano. Los ladridos terminaron despertando a todo el vecindario.

El enojo de los abuelos fue creciendo con el paso de las horas y fastidiados conversaron sobre cómo desprenderse de él.

En eso estaban, cuando a las 11 de la mañana el perro calló. En ese preciso momento, un jeep de la policía estacionó frente a la casa y un oficial le comunicó al abuelo que Elvira había fallecido.

El perro había recuperado su conducta habitual. Quieto y distante, desde la sombra de la higuera de un jardín vecino, observaba la escena.

Cuando la abuela partió hacia Buenos Aires para notificarse y recuperar el cuerpo de Elvira, desde la ventanilla del auto, lo vio echado a la sombra, moviéndole suavemente la cola.

Los laberínticos y dolorosos trámites duraron 7 días. Al séptimo día, el abuelo viajó hasta Berazategui donde cremaron el cuerpo de mamá. Ese mismo día, los abuelos regresaron a Santa Teresita con las cenizas. En el viaje, la abuela le preguntó al abuelo por el perro negro. “Desapareció. El mismo día en que te fuiste, también se fue el bicho”. Una pausa. “Hab encontrado a su amo”.

La abuela lo recordó bajo la sombra de la higuera y fue como un manso arroyo de paz y tranquilidad.

Al anochecer, los viejos fueron hasta el espigón de pescadores y arrojaron las cenizas de su única hija al mar. Después, en silencio, solos y sin llanto dejaron caer la urna a las aguas.

Abrazáme”. Emprendieron el regreso. La oscuridad de la noche se imponía. Cuando llegaron al comienzo del espigón, en la rambla, encontraron al perro negro y lanudo que los estaba esperando. “¡Qué raro! Se debe haber escapado nuevamente”.

El cortejo de tres silencios recorrió pausadamente el trayecto de 800 metros. Cuando llegaron a la casa, los abuelos lo acariciaron y la abuela le dio un plato con carne y un recipiente con agua. El perro ni comió ni bebió. Taciturno, se echó bajo el alero de la casa, al reparo del viento y de la humedad de la noche.

A la mañana siguiente, el perro había desaparecido para siempre. El plato con carne estaba intacto. Sólo había bebido el agua.


sábado, 7 de agosto de 2010

“Biografía Criolla (V de VI)-El cuento chino de Celeste “Peky” Cardozo”



Por Roque Domingo Graciano




g) “Parecía una hormiga negra. Costaba creer que hubiera una nena tan fea.



- Mi madre biológica, Elvira, nació en Santa Teresita, cuando era una playa del partido de General Lavalle, al norte de Pinamar. Era hija de Juan Ángel Saavedra y Rosa Lewis. Mi abuelo Juan Ángel nació en España y, en la Argentina, vivió y trabajó en la Capital Federal, en el barrio de Constitución. Era el sexto hijo de un matrimonio español que tenía almacén (venta de comestibles). Llegaron de España huyendo del régimen franquista. En la casa de mi bisabuelo materno cuando se mencionaba a Franco[1], se decía “el cornudo de Franco”; jamás, de otra manera. Cuando se referían a un noble, se decía el “gilipolla de Juan de Borbón”. Si vos decías “Franco” te miraban como si ignoraran de quien hablabas. Si insistías te preguntaban “¿Te refieres al “cornudo de Franco”? “¿Hablas del gilipolla de Juan de Borbón?” Una suerte de “manual de estilo”.

Para los Saavedra, “el último militar debe ser ahorcado con las tripas del último cura”. Por el lado paterno, ese era el clima que vivió mi madre.

Mi abuela Rosa es oriunda de Villa Ángela, provincia del Chaco, Argentina. Llegó a la Capital Federal a los 17 años, con dos hermanos y comenzó a trabajar en un comercio mayorista, también del barrio de Constitución. Ella trabajaba en la administración y Juan Ángel (mi abuelo) iba a realizar pagos y pedidos. Se conocieron y comenzaron a noviar. Pese al apellido de aire inglés ni mi abuela ni sus hermanos tienen el aspecto físico de los ingleses. Mi abuela tiene aspecto indígena; tiene mucho de indígena en sus rasgos físicos: cabello lacio, ralo y grueso, pestañas paragüitas y piernas delgadas y arqueadas. No creo que ella tenga ascendencia inglesa. Si bien era una mujer instruida, para su época y lugar de nacimiento (Perito Mercantil cuando llegó a Buenos Aires), no habla inglés. Tampoco sus hermanos. En lo que sí se nota una cierta influencia que puede considerarse “anglosajona” es en la religión; no son católicos. Mi abuela no practica ninguna religión; sus parientes son evangelistas o adventistas y ella, antes de casarse con mi abuelo, era bautista.

- He notado un cierto tratamiento despectivo y agresivo por parte de mi abuelo Juan Ángel en relación a la abuela Rosa. Ella no es agresiva, es metida hacia adentro, callada. El abuelo es cocorito, muy gallito, muy pechito hacia fuera. A su manera, ambos son feos y mamá, Elvira, heredó la fealdad de sus padres y la incrementó en algo.

Cuando la abuela Rosa quedó, imprevistamente, embarazada de mamá, se radicó en Santa Teresita, en una casa de veraneo que tenían los padres del abuelo Juan Ángel. Así, casi sin proponérselo se instalaron definitivamente allí. Al principio, instalaron una despensa (expendio de comestibles y bebidas) para los turistas y la prolongaron para los lugareños y los obreros de la construcción que trabajaban en la zona, fuera de la temporada de verano. Tanto el abuelo como la abuela tenían sólidos conocimiento de cómo manejar un comercio. No obstante, vivieron años difíciles porque en invierno no era fácil cobrarles a los clientes morosos. En el verano, los abuelos y Elvira vivían en el local del negocio; el resto del año, vivían en la casa de los padres de Juan Ángel. La despensa la atendía la abuela Rosa y el abuelo se dedicaba a distintas tareas. Trabajaba de albañil, de cuidador de parques y jardines; también se dedicaba al alquiler, administración y venta de propiedades inmuebles. El abuelo hacía de todo, siempre hablando hasta los codos; puteando y maldiciendo en gallego.

La tarea que más lo entusiasmó en Santa Teresita fue el cuidado de parques y jardines. En un depósito del fondo de la casa, guarda las primeras herramientas que utilizó; cuidaba los parques y jardines con guadaña, pala, azada, machete, tijera y rastrillo. Tiene todo el equipo colgado de la pared; usado y gastado de tanta lima pero en perfecto estado; es una reliquia; recuerda cuánto le costó cada herramienta; cuánto le costó en pesos argentinos, en dólares y en pesetas. Realmente se puede hacer un estudio comparativo de mercado. Recuerda lo que compró en Buenos Aires, en La Plata o lo que le trajo el viajante Tesler. Con orgullo, me mostró un juego de limas que le regaló un ingeniero que se dedicaba a la fijación de médanos. “Yo le daba una mano en el vivero.”

- Los abuelos tuvieron un solo hijo, Elvira, quien vivió hasta los 12 ó 13 años prácticamente sin salir de Santa Teresita. Allí hizo todos sus estudios primarios. Alguna vez viajó a Buenos Aires, a la casa de sus abuelos aunque lo frecuente es que pasara con ellos los veranos. Se destacó tanto por su inteligencia como por su falta de atractivos físicos. “Parecía una hormiga negra. Costaba creer que hubiera una nena tan fea.” “Era callada, muy callada, sólo respondía cuando la interrogaba pero sabía todo; hacía asociaciones, relaciones e integraciones que un profesional no realiza.”

El secundario lo hizo en Dolores. Mis abuelos pagaban una pensión a una familia de Dolores para que la atendieran de lunes a viernes. Según los boletines que tiene mi abuela, se recibió de bachiller con un promedio de 9,78. No he podido hablar con nadie que la frecuentara a mamá cuando ella hizo el secundario. Fui 2 ó 3 veces a Dolores; no encontré a nadie que la recordara. La ciudad de Dolores cambió mucho. La familia que la hospedó no vive más en la ciudad. Según mi abuela, mamá era amiga de una chica que se llama Teresita, que vive en La Plata y es profesora de inglés; no la he podido ubicar. Ese es un bache que tengo de la vida de Elvira, en su primera juventud.

- Después, vino la estadía en La Plata, se recibió con un promedio superior a 9 puntos y en el tiempo mínimo necesario. Como te conté, ya estaba comprometida con la guerrilla. Del grupo que ingresó a “la lucha armada” con Elvira, no sobrevivió ninguno. Según versiones, hasta la fusión con montoneros, ella integraba la conducción nacional.



[1] Francisco Franco Bahamonde, general español (1892 – 1975). Jefe supremo de España desde 1939 hasta su muerte. (El Ordenador)