domingo, 30 de mayo de 2010

Biografía Criolla (IV de VI) Las deliberaciones de Antonio "Pata" Beltrami




Por Roque Domingo Graciano




o) “Pablo fue guiando el grupo con el timón”



- Hicimos una travesía remando desde Ushuaia hasta el Cabo de Hornos, ida y vuelta, 500 kilómetros. Planificamos el viaje 2 años. Se hizo en cajacs individuales de 5 metros y medio, de plástico. Cada tripulante viajaba en su cajac. Marchamos en fila india o en línea de frente, con una distancia de costado entre embarcación y embarcación de 2 ó 3 metros, de manera tal que podíamos ir charlando.

- El andar en general era tranquilo, con poco viento. A veces, se ponía feo; en tal caso, marchábamos como podíamos en la medida en que el viento, las olas y el frío lo permitían.

- Eran tres cajacs. Comenzamos a prepararnos en África. Nos sacudimos fuerte en el canal de Mozambique y llegamos a atravesarlo, en su parte más angosta, hasta llegar a Madagascar, con apoyo de embarcaciones y en etapas. Seguimos la preparación en el lago Tana, una fuente del Nilo Azul, en Etiopía y terminamos en los rápidos de Mendoza.

- No es sólo remar sino el trabajo de complemento. Con los rusos aprendí a hacer pesas, a respirar. Trabajamos mucho “el musculaje”.

- En Mendoza, hicimos río de montaña.

- El trabajo físico nos llevó 3 años y, simultáneamente, 2 años le dedicamos a la logística: recopilar datos de travesías anteriores, los puntos de detención, los lugares donde no convenía detenerse, la comida más conveniente, la ropa y elementos más adecuados para la navegación.

- Durante la travesía, remamos un promedio de 6 horas por día salvo 1 ó 2 días que remamos sólo una hora (o algo más) porque las tormentas impidieron que continuáramos. En una oportunidad, tuvimos muy buen tiempo y remamos 9 horas, haciendo dos etapas en un día.

- Hay que estibar todo dentro del cajac: comida, ropa, elementos de navegación.

- En el mapa, ya teníamos los puntos donde debíamos detenernos para comer algo y descansar un rato. La estrategia era tener puntos fijos y rutas de escape por si se armaba una tormenta en el medio.

- Salimos de Ushuaia hacia el norte. Recorrimos Lapataia. Paramos en isla Redonda, a partir de ahí, cruzamos el canal de Beagle y nos dirigimos en dirección “este” – “sur”, bordeando la Isla Navarino.

Cuando parábamos, encontramos parajes desolados y otros no; son puertos muy pequeños, como de una postal.

Del lado argentino, hay puestos de Prefectura. Paramos en las islas Redonda y Almansa donde fuimos muy bien recibidos. Los lugareños nos acogían en sus refugios y, de esa manera, ahorrábamos medio día de trabajo, entre armar la carpa y aderezar la comida.

Del lado chileno, arribamos a Puerto Toro que es un pueblito de 18 personas, pescadores, con un colegio al que asisten ocho chicos. Pescan centolla, congrio. Un pescador chileno, Carlos, nos agasajó con una panzada de centolla. Nos trató bárbaro, muy humilde y todo corazón.

Los pobladores de Puerto Toro están acostumbrados al frío y andan de manga corta, con un pulóver liviano. Gente que vive allá desde hace 30 años. Ahí no se enferma nadie. Nosotros estuvimos con temperaturas muy bajas y no sufrimos ni un resfrío ni nada. El resfrío se pierde por el camino. No teníamos tiempo ni de resfriarnos y pensar que estábamos con 19 grados bajo cero de sensación térmica, con nieve. El frío no se siente como se siente en el Río de La Plata. Se siente menos el frío en el sur.

Lo que castiga mucho en el sur es el viento. Cuando sopla el viento, baja mucho la sensación térmica.

- Lo que más cuidamos durante los preparativos fue conseguir el equipo ideal para sufrir menos las inclemencias del tiempo. Trajimos de los EEUU un equipo especial para remar con una remera manga larga, un calzoncillo térmico y un equipo especial (un pantalón rompe viento y una campera rompe viento) que no permite el paso del agua ni del frío y, sí, permite que el cuerpo transpire. Entonces, cuando remábamos estábamos totalmente aislados del frío y de la temperatura del agua.

Cuando nos bajábamos del cajac, inmediatamente, nos quitábamos el equipo y nos poníamos ropa seca: una campera de duvet y un buzo de polo y estábamos bien.

- Un lugar peligroso es Bahía Nasau, un cruce, una bahía de 34 kilómetros, donde si te agarra una tormenta no hay forma de escapar.

- Nos agarró una tormenta muy fea volviendo del Cabo de Hornos desde una isla a otra, en un trayecto de 9 kilómetros. Fue un error nuestro; salimos cuando no debíamos haber salido; salimos tarde, a eso de las 4 de la tarde, cuando nuestro término extremo de salida era las 3 de la tarde. Salimos a las 4 ó 4 y media y estaba nevando.

- Para mí, la más dura fue cuando dimos la vuelta al Cabo de Hornos. Habíamos estado 4 días parados en la isla, con el cuerpo chileno de Prefectura quienes nos atendieron muy bien. Es una familia que vive allá durante todo un año. Nos dieron refugio durante 4 días porque no podíamos salir como consecuencia de los vientos de 80 kilómetros por hora. ¡Cuatro días encerrados en la casa! Cuando pensábamos que se había calmado la tormenta (quizá impelidos por nuestra impaciencia y aburrimiento), armamos todo para salir y nos agarró la tormenta cuando volvíamos a Ushuaia, dentro del agua. Un trayecto que debíamos hacer en 3 horas, lo hicimos en 5 horas. Cayó la noche con olas de 4 metros. Me descompuse. Venían olas y viento de atrás, de la espalda y con tanto viento y olas, los cajacs toman mucha velocidad y se descontrolan. El capitán, Pablo, me preguntó cómo estaba. Le respondí que estaba duro y contracturado. Entonces, nos arrimamos los dos, llamamos a Martín, con un silbato; cuando Martín se arrimó hicimos un catamarán. Nos abrazamos los tres de los aros de los cajacs y así quedamos pegados, sin remar. Pablo fue guiando el grupo con el timón. Llevábamos un velero como embarcación de apoyo y comenzamos a enviarle señales con luces de bengalas porque no lo veíamos. El velero tampoco nos veía a nosotros. El censor de la embarcación no nos captaba, hasta que vieron las bengalas y se pusieron delante del catamarán, guiándonos. Con el timón, íbamos detrás del velero y entramos a una bahía después de una lucha desigual de 2 horas y media. Teníamos las manos totalmente congeladas. Agarramos las palas (los remos) como pudimos, sin sentir las manos, y así hicimos 200 o 300 metros hasta llegar a la costa. Tomamos algo caliente, nos pusimos ropa seca y caminamos hasta un refugio deshabitado que la Prefectura tiene ahí, en esa bahía, y que lo habíamos ubicado en nuestros estudios previos. Como pudimos, entramos en calor. No obstante, estuvimos 3 ó 4 días con un cosquilleo muy fuerte en la punta de los dedos, con la sensación de que no teníamos la punta de los dedos. Ahí, en la bahía, esperamos que se calmara la tormenta.

- Entre los elementos que llevábamos en el cajac, teníamos una cocina portátil, pequeña, para hacer nuestra comida; también un encendedor para hacer funcionar la cocina.

Las islas tienen abundante leña y con esa leña armábamos fuego. También hay chorizos de agua constantemente. Por otra parte, llevábamos termos con agua caliente, sopa y gelatina caliente.


martes, 25 de mayo de 2010

Biografía Criolla (IV de VI) Las deliberaciones de Antonio "Pata" Beltrami




Por Roque Domingo Graciano



n) “no resistió ese tipo de vida: las privaciones, el olor de África”


- En Mozambique, la Gurisa me abandonó. África es dura. Sobrevivir esa realidad implica un despojamiento importante. Una humildad, una entrega al otro sin mentiras, más allá de toda fantasía, de todo “yo”.

- Conozco esas versiones. Ignoro el grado de verdad de las mismas. Ella nunca me habló de su etapa de detención. De cualquier manera, no acepto que todo aquel que salió de la cárcel es porque se “quebró” y colaboró con la dictadura. Los juicios a los militares lo demuestran. Asimismo, no creo que la Gurisa tuviera información que le interesara a los milicos. Entre los derrotados, hay mucha fantasía y exageración; muchos temores y resentimientos. Se perdió una guerra. Deberían edificar a partir de esa convicción.

La Gurisa abandonó Mozambique porque no resistió ese tipo de vida: las privaciones, el olor de África. ¿Cuántas señoritas se bancan esa realidad humana? Quebrarse ante el dolor humano es tan fácil como quebrarse ante el torturador. Las comunidades de nativos, cuando eran confortables, habitaban casillas de madera. No de la madera que nosotros vemos en las “villas” del Gran Buenos Aires. No. Una madera como la de cajón de manzana; paredes y techo. Te estoy hablando de “asentamientos confortables”. Los otros viven en cuevas, en la piedra, entre arbustos. Lo único sano es la mosca tsetsé. Jirones, pedazos de humanidad. Una picadura de mosquito se transforma, a los pocos meses, en la pérdida del brazo y, posteriormente, a la pérdida de la vida por una septicemia. Los perros de “Fuerte Apache”[1] tienen más salud que los nativos y seguramente más expectativa de vida.

- La antropofagia es ancestral y expandida en toda el África Central. La practican hasta los integrantes del coro de las parroquias católicas por “orden” del brujo de la comunidad.

- El motivo por el cual el brujo ordena el asesinato y la ingesta posterior, puede ser como castigo a un presunto crimen u otra trasgresión a las normas de la comunidad.

- Integré un grupo de médicos de múltiples países, auspiciado y diagramado por la Organización Mundial de la Salud. Mi grupo estaba integrado por una médica inglesa, que era la jefa, y dos médicos de la entonces Unión Soviética. El personal de enfermería y de apoyo también era soviético.

Sudamos el África durante 3 años. Con los soviéticos, construimos una amistad duradera. No sólo convivimos la aventura africana sino que con cinco de ellos tuvimos la aventura de Ushuaia al Cabo de Hornos.



[1] Asentamiento urbano del Gran Buenos Aires (al oeste de la Capital Federal) de más de 50.000 personas donde la prostitución, el tráfico de drogas, la trata de blancas, los aguantaderos de ladrones y asaltantes tienen una presencia fuerte, según el discurso policial y periodístico. Nombre oficial: Barrio Ejército de los Andes. (El Ordenador)

martes, 18 de mayo de 2010

Biografía Criolla (IV de VI) Las deliberaciones de Antonio "Pata" Beltrami




Por Roque Domingo Graciano




m) “Hay realidades irreductibles”



Sí. Exacto. Ese Esteban era hermano de Federico[1].

- Esteban, en los años de la dictadura, comandaba una banda de policías que, uniformados o sin uniformes, hacían el trabajo sucio ordenado por la Jefatura de La Plata. Asimismo, esta patota policial contaba con individuos, no vinculados, oficialmente, a la institución policial que hacían el trabajo más degradante. Lo que es decir bastante, porque estos flacos se animaban a cualquier cosa.

A cambio de esos trabajos especiales, gozaban de ciertos fueros y poder en sus comunidades y sobre las personas de esos pueblos.

Esteban, el mayor de los Bird Climber, tenía varias concubinas en la zona e hijos no reconocidos con esas mujeres. Una suerte de señor feudal en pequeño.

Alguna de esas concubinas, cuando sucedió el crimen de la traductora, aprovechó la volada y le pasó una factura.

- El crimen ocurrió en el 1984. Ya había un gobierno constitucional, débil pero constitucional. Necesariamente, el poder de estas bandas se había licuado, lo que no significa que éstas hubieran desaparecido. Tienen raíces muy profundas en la institución policial.

El padre de Federico y Esteban también fue policía. ¡Un policía asesinado en servicio! Eso moviliza una carga afectiva imposible de cuantificar y de manejar.

- En 1956, prestaba servicios en el partido de Quilmes. Una noche integró un operativo que tenía por objetivo detener a un grupo de obreros ferroviarios y militantes de la Juventud Peronista de Rearte reunidos en “la casilla de cambios[2]” de Bernal. En la redada policial, detuvieron a siete activistas pero dos o tres escaparon por entre las vías del ferrocarril hacia Avellaneda, cobijados en la oscuridad de la noche. El jefe del operativo, subcomisario Anselmino, ordenó, a tres de sus hombres más aguerridos, que fueran en su persecución. Al frente de la patrulla, se puso Aldo Bird Climber. La caminata se hizo difícil. La noche era cerrada y la llovizna hacía resbaloso el empedrado y los durmientes ferroviarios. En algún momento, apareció un tren de carga, también en dirección a la estación de Avellaneda. Avanzaba lentamente. Aldo Bird Climber, sospechando que los prófugos se podían trepar al tren, ordenó a sus dos colaboradores que vigilaran por el “oeste” mientras que él vigilaría del otro lado del tren, desde el “este”. El tren (una larga formación) pasó lentamente y por unos minutos se detuvo a esperar la autorización para seguir avanzando. Cuando el tren se alejó, los policías buscaron al sargento Bird Climber y no lo encontraron. Pensaron que se había trepado al tren para atrapar a los activistas y decidieron volver con el subcomisario Anselmino quien, al enterarse de la novedad, ordenó distintos procedimientos para retomar el contacto con Bird Climber. Todo fue en vano. A la madrugada, con la luz del día, lo localizaron muerto en una alcantarilla, con una profunda herida en el cuello, producto de una granada casera.

- La madre de Federico y Esteban era enfermera. Ella fue quien me contó la muerte de su marido. La conocí en el Hospital de la Comunidad de Florencio Varela. Buena mujer. Una criolla fuerte y sensible al dolor de los demás. También estuvo presa por el crimen de Ailín.

Estuvo detenida un año en la cárcel de mujeres de Olmos[3].

- Provenían de dos familias opuestas y hay realidades irreductibles. Federico era hijo de un cana y de una enfermera, campesinos. Ella era hija de una familia de la nobleza inglesa. No estamos hablando de cualquier pavada. Con todos los matices y mediaciones pertinentes, hablo de un grupo social que ha tenido y tiene una porción importante del poder en Occidente, en el planeta.

Con la hermana de Ailín, Diana Bowles, cursamos algunas materias. Es ginecóloga. Era una mina de nariz levantada, sólo se relacionaba con su selecto grupo de amigos. Te marcaba, con gestos y conductas, la distancia que mediaba entre ella y vos. ¡Te imaginás la gracia que le habrá causado que su hermana menor se casara con el hijo de un cana y una enfermera! Estamos hablando de gente que no sólo vindicaba en plenitud su poder social, económico y racial sino que hacía ostentación del mismo.



[1]

CASO BOWLES

Detuvieron a los hermanos Bird Climber

Sorpresivamente fueron detenidos en Cañuelas los hermanos Federico y Esteban Bird Climber.

Esteban es policía y presta servicios en aquella ciudad bonaerense.

Se vincula el arresto con objetos hallados en sus respectivas casas, que pertenecieron a Ailín C. Bowles.

Pág. 39 – Crónica – Martes 11 de noviembre de 1984 – La Plata – Argentina.

[2] Oficina o galpón desde donde se dirige el tránsito ferroviario. Suele encontrarse aislada de toda otra edificación, a 300 ó 500 metros de donde se venden los boletos y suben y bajan los pasajeros. (El Ordenador)

[3] La unidad penitenciaria número 8, “cárcel de mujeres”, funcionó en Olmos desde 1936 a 1991, bajo la supervisión de las monjas de la congregación del Buen Pastor. El edificio de 3 pisos (sobre la ruta 36 y calle 52) se construyó en 1913 para que allí funcionara el Hospital de Tuberculosos que se disolvió a los pocos años. (El Ordenador)


miércoles, 12 de mayo de 2010

Biografía Criolla (IV de VI) Las deliberaciones de Antonio "Pata" Beltrami



Por Roque Domingo Graciano





ll) “vivíamos en una sociedad militarizada”



- Mi vida prosiguió en La Plata con un perfil bajo: estudiando, trabajando y por sobre todo, brindando un servicio a mis semejantes. En esa vocación de servicio, no siempre tuve la lucidez suficiente como para dar la respuesta precisa en el momento justo.

Casi dos años más tarde, me casé con la Gurisa. Después, la cosa se puso dura. La Gringa cayó presa y, como te conté, la asesinaron en Olmos. El Buda Cardozo, un ex novio de la Gurisa, cayó en un enfrentamiento. A la Gurisa, la metieron presa; fue una detención legal pero, como se sabe, la legalidad de la dictadura es lábil.

- Hoy, a 15 años de distancia, tu pregunta me desorienta. Tengo la sensación de que por ese entonces viví en un reñidero: una síntesis de Pelotón y Perros de la calle. Visto a la distancia, sólo tuve dos contactos con las fuerzas de la dictadura y en los dos casos creo que por error. El primer caso seguro que fue un error: en lugar de allanar el octavo piso “reventaron” el noveno, donde yo vivía. ¡Qué cagazo! ¡Qué cagazo! El segundo caso fue cuando la CNU y las 3A desolaban la ciudad; yo dormía en distintos departamentos de gente conocida “por si las putas”. Un anochecer lluvioso, golpearon suavemente la puerta del departamento donde yo estaba con dos flacas, escuchando el informativo de Radio Rivadavia. Adriana, la dueña del departamento, abrió la puerta y entraron tres gorilas como un tornado. “Manos arriba, cara contra la pared, ¡carajo! ¡No miren! ¡No miren!” Nos pidieron los documentos de identidad y, separadamente, nos preguntaron cómo se llamaban los otros. El objetivo era saber si todos los habitantes del departamento se conocían entre sí, porque los guerrilleros vivían en departamentos (y casas) sin que los otros habitantes de la vivienda conocieran la identidad del guerrillero. Era una manera de detectar guerrilleros; un procedimiento habitual en la ciudad de La Plata.

- Claro, hoy sería una situación inaceptable; entonces, vivíamos en una sociedad militarizada. Todo Occidente, no sólo Argentina, estaba militarizado. Te cuento un detalle de lo fino que se hilaba en materia de procedimientos militares, para–militares y policiales. Cuando se produce el allanamiento que te conté por parte de la patota de Esteban (un policía de Cañuelas), las pibas y yo nos cagamos en las patas pero no nos desesperamos, sabíamos que la cosa tenía un final feliz; ¿por qué?; un detalle, un pequeño detalle que los jóvenes de entonces manejábamos. “Si la taquería te ordena que no los mirés, la cosa no es brava. Están investigando y no quieren ser identificados. Ahora, si los tipos van de frente y se dejan ver e identificar sin inhibiciones, perdiste; sos un detenido ilegal, un desaparecido.”

- Si bien nunca fui detenido ni citado, había una atmósfera de temor, una sensación de náusea. Yo atendía una “salita de primeros auxilios” en Ringuelt, calle 3 y 514. Lo hacía gratuitamente, como parte de mi trabajo comunitario. Un día, un pastor adventista que tenía una iglesia en la zona y que colaboraba con la ´salita´ y con la comunidad, me aconsejó que me fuera y me orientó con precisión para que pudiera incorporarme a un grupo de trabajo humanitario en Mozambique.

Ese pastor fue mi primer contacto con los adventistas. Lo conocí a través de mis pacientes de la salita en Ringuelet. Muchos remedios que yo les recetaba, el pastor se los conseguía sin cargo. Me acerqué a la iglesia y él me contó cómo hacía. “La iglesia tiene fieles pudientes en la ciudad de La Plata, a través de ellos, consigo gratuitamente ropa usada de óptima calidad y en muy buen estado. En lugar de regalarla, la vendo aquí, en la iglesia y con el dinero recaudado de la propia comunidad, compro remedios para los más necesitados.”

Nunca hablamos de religión, de teología ni de política; tampoco de la Biblia. Fue excepcionalmente solidario conmigo. Cuando tenía que visitar un paciente de noche, pasaba por su casa y el pastor me acompañaba. Miope, delgado y amarillo como el girasol, esquivaba los charcos de agua y el barro con la habilidad de un Garrincha[1]. Regresaba con los zapatos y el pantalón negro impecables. Cuando el clima de represión era insoportable (enfrentamientos, detenciones, asesinatos en la zona), el pastor, con la excusa de traer medicamentos o leche en polvo, se daba una vuelta por la ´salita´ y me acompañaba a la tarde, hasta la parada del micro. Siempre estaba ahí.

Nos despedimos sin emoción: “Dios te bendiga.” “Dios nos bendiga.”



[1]bil jugador brasileño. Super estrella del mundial de fútbol de Santiago de Chile de 1962. (El Ordenador)


martes, 4 de mayo de 2010

Biografía Criolla (IV de VI) Las deliberaciones de Antonio "Pata" Beltrami



Por Roque Domingo Graciano


l) “Prohibido prohibir”, “La imaginación al poder”, “¡Viva la diferencia!”, “Hay método en mi locura”, “¿Patria? No, gracias”[1]


- El “mayo francés” de 1968 golpeó fuerte en el conjunto de la sociedad argentina porque tuvo una cobertura periodística copiosa e incitó a los grupos universitarios como los de la Gringa. En 1966, nosotros también habíamos tenido estallidos populares. En Córdoba, con el asesinato de Santiago Pampillón y en la ciudad de Buenos Aires, la llamada “noche de los bastones largos”, cuando la milicada de Onganía intervino la Universidad de Buenos Aires, a los garrotazos.

Otro baldazo de nafta fue la matanza de Tlatelolco, la masacre del movimiento estudiantil mexicano[2]. Todo eso armó una mezcla que estalló en la década del 70: insurrecciones populares en las provincias, enfrentamientos armados en los centros urbanos. Un río de sangre y dolor que arrastró, entre otros miles, a la pobre Gringa.

- Esos grupos eran castritas hasta el codo. Fidel, Camilo Cienfuegos y el Che eran venerados como dioses. Cuba era la isla del bien y la abundancia. El lugar exacto donde la bondad triunfa.

Exhibían una ideología ingenua; en ocasiones, persuasiva y militante como cuando logran la aprobación de la Carta de Venecia[3].

- Atisbando el discurso de mis sobrinos, hermanos y cuñados, tengo la impresión de que, en los sectores universitarios, hay menos promiscuidad sexual que durante mi generación. Es como si se hubiera logrado un equilibrio después de la irrupción de los métodos anticonceptivos que permitieron que la mujer manejara su maternidad. O tal vez, el impacto inicial se haya diluido en la conciencia colectiva y hoy se acepte lo que ayer escandalizaba.

En cuanto a la droga, nuestra generación fumaba mucho. Éramos grandes consumidores de tabaco. El cigarrillo era una expansión del humano adulto como la ropa. En lo que respecta al alcohol, nosotros le dábamos al vino, a la caña y, por sobre todas las cosas, a la ginebra. Mis sobrinos comen asado con cerveza. ¡Un asco! Hoy, se consume alcohol en menor medida que antes, en los ambientes universitarios.

Otra droga que ha desaparecido es la anfetamina. Nosotros comprábamos anfetaminas en los kioscos que vendían golosinas, cigarrillos y chucherías.

- Personalmente, compraba anfetaminas en un kiosco de golosinas y cigarrillos que estaba en avenida 51 y 16, a pocas cuadras de la Normal 1, sobre esa misma mano; antes de llegar al Ministerio de Salud de la Provincia que estaba en la mano de enfrente. Como ese kiosco, había otros en la zona del Policlínico y de la Facultad de Ingeniería, en calle 1.

- Consumíamos anfetaminas para estar despiertos, lúcidos. Yo iba a rendir finales sin haber dormido durante tres días. Sí. Tres días sin dormir, entre guardias, cursadas y preparar prácticos y finales. Tres días se pasaban volando. Sólo con anfetaminas se podía soportar ese ritmo.

Las anfetaminas se vendían como el cigarrillo porque no sólo la consumían los estudiantes sino también los choferes de ómnibus y camiones y, por sobre todo, las mujeres que querían adelgazar. Ése era el gran mercado de las anfetaminas.

- La marihuana y la cocaína eran drogas cuya existencia se conocía; no obstante, no recuerdo a alguien que consumiera marihuana o cocaína. Sí, conocí consumidores de morfina en el ambiente médico. Tengo la impresión de que la morfina como otras drogas derivadas del éter se consumía en los ambientes hospitalarios.

- La Gringa, en la última etapa de nuestro matrimonio, buscaba nuevas vivencias, sensaciones. Justamente, fue armando un proyecto de investigación, no compartido por mí, que buscaba explorar en el matrimonio, con el sexo y la droga. Comenzó usando el ácido lisérgico (LSD) con los psicoanalistas y continuó en su experiencia hippy.

- Se reunían en un chalet de City Bell bajo la dirección de un médico psiquiatra; ponían discos de los Swing Singers y se fajaban con LSD. Según la Gringa, se veía todo como más atrapante y punzante; colores y sonidos más brillantes y vivos; “las flores se ven con colores más vivos”.

Los recuerdos, según esta versión, se profundizan y desmenuzan rápidamente.

- El LSD se conseguía con relativa facilidad. No conocí las bocas de expendio; tengo entendido que era barato y accesible.

Por otro lado, cada taller hippy era un pequeño laboratorio donde se fabricaban drogas. La base eran los psicofármacos de todo color, mezclados con alcohol, antitusígenos y anfetaminas. Manejaban las drogas y las dosis con profesionalidad. En una oportunidad, yo tenía una tos persistente y obstinada; un flaco de ese ambiente me cantó la precisa; me indicó el antitusígeno exacto: marca, laboratorio y dosis. ¡Chau tos!

- No manejo esa batería de drogas; por algunos indicios, conjeturo que a los antitusígenos lo usaban para, de alguna manera, enriquecer la experiencia sexual. Mucho más no sé.

- Tenían cosas rarísimas. En Cabo Polonio, encontré un grupo hippy que se drogaba con agua, ¡con agua de la canilla! Consumían toneladas de agua y se tiraban al sol, entre los médanos y lograban un cierto éxtasis. Algún tipo de enajenación. Volaban.

- Dentro de los pocos grupos que conocí, básicamente, todos relacionados con la Gringa no creo que hayan explorado el consumo de hierbas tradicionales. Ángel Lorenzo, un colega que se recibbastante después que yo y que anduvo por el sur, en los Antiguos, me comentó que los hippys de la zona del Bolsón sí usaban las hierbas naturales. El uso de hierbas es, más bien, aborigen, si bien es cierto que los europeos se untaban el cuerpo con hierbas como la cicuta y la mandrágora para “volar”. Puntualmente, no recuerdo ninguna observación de ese tipo en La Plata de los años 60. Se estaba muy ligado a los fármacos.

- Ignoro qué tipo de militancia política tuvo la Gringa. Después de nuestra separación, nuestros encuentros fueron esporádicos, en la calle: un saludo rápido y adiós. No obstante, estoy absolutamente seguro de que sus conductas y actos estuvieron impulsados por el amor. El amor la llevó a anunciar y a actuar como anunció y actuó. El amor fue la clave profunda de todas sus vocaciones.

Todos los días, durante mis oraciones, la tengo presente.



[1] Grafitis. (El Ordenador)

[2] La llamada “masacre de Tlatelolco” se produjo cuando una multitudinaria manifestación estudiantil fue tiroteada en la Plaza de las Tres Culturas de la ciudad de México, el 2 de octubre de 1968. Según versiones, tropas de civil y del Batallón Olimpia dispararon a los manifestantes desde terrazas y edificios aledaños, mientras 10.000 soldados uniformados operaban en el lugar. Se ha comentado que el saldo fue: 300 muertos, 1.500 heridos y 2.000 estudiantes detenidos. Presidía la república, Gustavo Días Ordaz y el ministerio del interior, Carlos Salinas de Gortari. (El Ordenador)

[3] Consenso que permite declarar distintos lugares del planeta como “patrimonio histórico de la humanidad”. (El Ordenador)