Por Roque Domingo Graciano
p) “lo espera
- Compartí la celda con Lita Kolodgny. Para el momento histórico que se vivía en
- Lita Kolodgny estaba detenida por una causa penal. Todos los días, recibía la visita de sus abogados, médicos y otros profesionales que
Los Kolodgny habían educado a sus dos hijos dentro de parámetros estrictos, represores. Con la muerte del padre y la residencia de Fernando (el hermano de Lita) en la provincia de San Juan, la madre se concentró en “vigilar” a la hija.
Fernando, con el paso de los años, tuvo 6 hijos (¡castito el nene!), mientras Lita iba de la oficina a la casa y de la casa a
- El hermano se borró, como suelen hacerlo los varones.
Por una cuestión de herencia, Lita viajó por segunda vez en su vida a Israel. Un viaje breve, 7 días para arreglar y firmar papeles. En Tel Aviv, una situación bélica la detuvo más de lo previsto. En su estadía forzada, conoció un francés, Jon Candau, quien no sólo se alojaba en el mismo edificio que Lita sino que también, como ella, realizaba trámites en el Ministerio del Interior israelí.
Candau oficiaba, en ese momento, de gestor: por poder y mandato de otros. El caso que diligenciaba el francés era el siguiente. Un danés, Louis Hjemslev, había muerto en Jerusalén y los familiares del danés querían que fuera enterrado en Jerusalén de manera laica, exento de cualquier rito religioso. Ahora bien, como en Israel el nacimiento, el casamiento y la inhumación de personas, sólo se puede realizar en el marco de alguna religión, la tarea de Candau era lograr la pertinente autorización para hacerlo “por civil”. Hacía más de un mes que el cadáver de Hjemslev “descansaba” en una cámara frigorífica.
Una noche, entre las calles oscuras y prohibidas de Tel Aviv, Lita le enseñó a Candau algo que en su larga e inquieta vida Candau no conocía. (Lo que es decir bastante en un cincuentón, viajero impenitente desde los 15: marinero, inspector de vuelos, camarero en el tren París/Moscú, entre otros oficios y quehaceres diversos). Lita le enseña a hacer milanesas, le enseña a comer sándwich de milanesas. Cómo se elige y se corta la carne para milanesa; cómo se baten los huevos, sal, ajo, pimienta, perejil; cómo se calienta el pan para el sándwich. “La milanesa, una vez que se la retira de la sartén, se la sumerge en una olla de agua hirviendo. Así. Se la quita, rápidamente. Se abre el pan caliente. Medio ají asado y ¡buen provecho! ” Candau comió con fruición. Pensó, mientras masticaba, que eso y una botella de cerveza hubieran hecho más feliz su adolescencia en su rocosa tierra natal; y también, que esa comida era la que había deseado, una noche, entre los lagos de Alaska. La envolvió a Lita con una mirada de agradecimiento.
Lita regresó a
Al ingresar el avión a la bahía de Guanabara, Lita repasó en su mente (para que se fijara en la de él) la noche que, mientras sonaban las sirenas de alarma y los carros de combate se aprestaban en la oscuridad de la ciudad asfixiante, le contó a Candau cómo era la ciudad de
- “Este es el centro de la ciudad”.
Lita, tercera generación de platenses, lo corrigió:
- “No, el centro de la ciudad es plaza Moreno[1], la plaza de mi barrio; es ésta”.
- “¡Qué raro!”, exclamó el francés.
Lita, programando el futuro, le explicó con minucia y detalle cada lugar de la ciudad de
Habían pasado 72 días, con sus noches, después de su llegada. La madre dormía medicamentada. Lita, acostada en su cama, desnuda, con los ojos abiertos ya no pensaba en el trabajo de
No por esperado, no por anhelado, el movimiento del picaporte careció de sorpresa. Un terremoto sacudió su pecho. Un volcán de sangre golpeó su rostro. Sin vacilar, sin dudar, sin aliento, con las manos empapadas de sudor, abrió la puerta: era Candau y Lita lo esperaba con toda la pasión de una mujer virgen de 45 años, una pasión con atraso, enriquecida en noches de insomnio y anhelo. No hubo palabras, sólo dos cuerpos que, lentamente, se enroscaron, se lamieron, se bebieron, se consumieron con un rito milenario. A la mañana, sumergida en la bañadera, mientras Jon dormía en su generosa cama, Lita se sorprendió de cuánto sabía en materia de sexo y con cuánta facilidad aprendía. “Por la mierda, es más fácil que una conciliación bancaria y más gratificante.”
Así, empezó todo y las visitas de Jon, a la noche, cuando el personal de enfermería se había retirado, se hicieron habituales. Una picada frugal; una copita y el combate sexual comenzaba, siempre, en el baño. Baños de inmersión, caricias, masajes y continuaba en el dormitorio, hasta que, sistemáticamente, Jon, con su español gutural pedía:
- “La vieja, la vieja”.
Entonces, Lita (desnuda, envuelta en besos y semen) traía a su madre en la silla de ruedas: arrugada, pequeña como un niño de 6 años, calva y destruida por la aplicación de rayos y la instalaba en su dormitorio, frente a su cama donde ella y Jon practicaban un sexo sin límites. La vieja, desde la nebulosa de su mente, “veía” cómo Jon penetraba a su hija y Lita (mientras le succionaba el glande a Jon, henchido como una gigantesca frutilla a punto de estallar) sospechaba su mirada de agradecimiento y satisfacción como cuando por primera vez le hizo probar milanesas.
Una mañana, cuando Lita fue a retornar a su madre al dormitorio, descubrió que la madre estaba muerta. Una pegajosa baba era su último mensaje. Lita se descompuso. Jon no actuó con la premura necesaria y el personal de enfermería constató lo que era una vehemente sospecha entre ellos, los vecinos y algunos familiares. El resto fue incontenible. Familiares y vecinos, deseosos de hacerle pagar caro sus éxitos económicos, calentaron los oídos del Obispo de
Salió a los tres años y se instaló en Nueva York. Me comunico con ella 2 veces por año. Está espléndida, seductora: una diosa.
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