sábado, 13 de noviembre de 2010

“Biografía Criolla (VI de VI)-El relato de Helio Ural (el Grillo) Rodríguez Valdez”





Por Roque Domingo Graciano





d) “Soy hijo único y quedé huérfano de padre siendo muy chico”

- Soy hijo único y quedé huérfano de padre siendo muy chico. Mi padre era un empleado “no docente” de la Facultad de Ingeniería. Trabajaba en el laboratorio de física; era una especie de ordenanza jerarquizado. Era el encargado de lavar el instrumental y preparar el material para la enseñanza y los experimentos. Tengo una imagen muy borrosa de él. Mi madre jamás me habló de mi padre ni me mostró una foto de él. Conocí a mi padre a través de unas fotos que me dio el doctor Poyio (un físico que cuando era estudiante asistía al laboratorio donde trabajaba papá). Tenía tres fotos en las que estaba mi padre, dentro del laboratorio de física. Mi padre vestía un guardapolvo blanco, era delgado, flaco, narigón de piel blanca y cabellos oscuros. Según el doctor Poyio, y otros testimonios, era “cabizbajo y callado, muy callado con una voz fina y metálica que pocas veces usaba.” Murió a los 28 años. Cáncer de pulmón o tuberculosis. ¡Vaya a saber! Estaba ligado a los grupos anarquistas; asistía a reuniones semanalmente y era un lector empecinado no sólo de política. Leía todo, absolutamente todo: ciencia, literatura, libros de viajes. Mi madre también era anarquista. Cuando yo era chico, ella tenía reuniones y otras actividades políticas. Después, se alejó de la militancia; las amistades de esa época siempre la visitaban y ella los visitaba. Creo que las únicas amistades de mi madre eran anarquistas o anarquistas “en retiro efectivo”.

Mi madre siempre trabajó de encuadernadora. En mi casa, había un taller de encuadernación en una habitación de 40 metros cuadrados. Cuando murió mi padre, las autoridades de la Facultad de Ingeniería le entregaban las actas, legajos, fichas de contabilidad y planillas patrimoniales para encuadernar. Era una manera de darle trabajo. En ese entonces, estar relacionado con la Universidad era un privilegio porque no te abandonaban. Mi madre, además, recibía una pensión por mi padre. Recuerdo que en algunas oportunidades fue a casa el ingeniero Bianci que era Decano de la Facultad.

- Vivíamos sin lujo pero sin privaciones. La casa era de mi madre, heredada de sus padre y ella siempre tenía trabajo. Cuando el trabajo la excedía la ayudaban compañeros del movimiento. El trabajo era cooperativo. Por ideología, ella no podía obtener beneficios del trabajo de otro. Ahora, pienso que ella debía donar algo de sus ganancias al “partido” aunque no tengo constancia de eso. Es una suposición.

- Mi madre me hablaba mucho desde el punto de vista ideológico; nunca me hablaba del funcionamiento, de la operatoria de su grupo. Cuando yo era chico se reunían en el taller de encuadernación, a puertas cerradas, algo menos de diez personas. Las reuniones duraban muchas horas. Habitualmente, un chico o chica (hijo de otro militante) mayor que yo, me cuidaba, me daba de comer y me acostaba. A medida que fui creciendo las reuniones se hicieron más y más esporádicas. Cuando llegué a la adolescencia, más que reuniones políticas eran encuentros entre amigos que se celebraban dos o tres veces por año. En ese entonces, se reunían en el taller un rato y después pasaban al comedor y a la cocina. Aderezaban la comida, charlaban, se reían y cantaban canciones de “la resistencia española” en donde ellos estaban “en primera línea de fuego” y los monárquicos eran débiles y timoratos.

- Jamás detecté ninguna relación amorosa de mi madre. Ella, en el decir, estaba por el amor libre, por el coger sin inhibiciones aunque jamás le conocí una pareja o algo que se le pareciera. Jamás. Mi madre no se pintaba los labios ni los ojos. No usaba maquillaje. Su única coquetería era lavarse los dientes con dentífrico y peinarse. Se lavaba el pelo con jabón y no usaba crema. Un día, le pregunté por qué no se acicalaba; me respondió que eso era “una desviación burguesa”. Era una mujer seca y miope; dura, amargada; sólo cantaba canciones políticas y esto, cuando se reunía con sus compañeros. En las canciones, ellos eran buenos y triunfadores; en la realidad, los cagaron a palos a lo largo y a lo ancho del planeta y les atribuyeron crímenes aberrantes.

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