lunes, 17 de enero de 2011

“Biografía Criolla (VI de VI)-El relato de Helio Ural (el Grillo) Rodríguez Valdez”










Por Roque Domingo Graciano



n) "creo que fui inmensamente feliz"


- No fui buen alumno ni estimado en la escuela primaria. No me expulsaron porque era competente en todas las disciplinas pero me amonestaban fuerte. Básicamente, tenía tres “culpas”. Primero, soy feo y cuando chico era más feo: heredé la fealdad de mis padres. Segundo, era agresivo; agresivo con los superiores como buen hijo de anarquistas y agresivo con mis compañeros porque yo formaba parte de “los vagos del barrio”. Tercero, no era católico y en ese entonces se enseñaba religión; los que no éramos católicos teníamos “Moral”, que era una asignatura para los no católicos. Pero, ¿qué sucedía? En toda la escuela, al menos en el turno mañana, sólo había tres alumnos no católicos: Susana, una rubia que se ponía colorada por cualquier cosa, que era judía; un chico que ignoré siempre su nombre y no sé qué era; sospecho que era cristiano no católico y yo. Los tres estábamos en distintos grados y divisiones. Entonces, la asignatura “Moral” consistía en que cuando comenzaba la clase de religión me mandaran a la biblioteca. Ese hecho era una segregación que dolía aunque por ahí uno no era muy consciente. La maestra–bibliotecaria me daba un libro para leer y yo me enganchaba pero, a veces, la bibliotecaria no estaba, estaba ocupada en tareas administrativa o yo estaba rayado. Ahí, se podría todo. Me iba a jugar con los chicos que tenían educación física o sacaba del aula algún amigo del barrio para charlar y hacer travesuras. Cuando me descubrían que había salido de la biblioteca, me sancionaban. Una mañana obstruí con borradores, cuadernos, libros y otros papeles todos los retretes de los baños y abrí todas las canillas. La inundación fue cinematográfica. Más de 400 alumnos sin baños, la escuela inundada. Un despelote y un caos que sólo el hijo de anarquistas lo puede hacer. Me expulsaron. Mi vieja puso abogados: yo no tenía carpeta de Moral; la materia no era dictada; saltó que la maestra encargada de darla era afectada a tareas administrativa; yo no era atendido en ese módulo. Se pudrió todo. Mi vieja y sus tres abogados amenazaron con dar trascendencia periodística al hecho, politizaron mi expulsión y la inspectora entendió que lo más prudente era reincorporarme y aquí no pasó nada. Por supuesto, que mi madre y sus tres abogados (anarquistas) no se retiraron agradecidos. Jamás. Patearon las puertas, golpearon los escritorios. Le dijeron a la directora y a la inspectora que eran nazis, responsables del holocausto y que iban a realizar la denuncia ante los organismos internacionales por racismo y discriminación y los derechos del niño y todo un discurso que las pobres viejas no entendieron pero se cagaron en las patas. No comprendían cómo una viuda pobre y fea movilizaba tres abogados en un periquete. ¡Ignoraban el poder de las sectas!

- Mi madre nunca me habló de mi padre. Nunca me mostró una foto de él o un objeto de mi padre. En la casa, donde mi padre, calculo, vivió como mínimo 5 años (murió cuando yo tenía 3) no encontré un objeto que lo recordara. Ella actuaba como si fuera soltera, no viuda aunque recibía una pensión y teníamos asistencia social de la Universidad por mi padre. Se habían casado legalmente y lo habían hecho dos años antes de mi nacimiento.

Previo al comienzo de la escuela primaria, hice cursos preescolares (canto, dibujo, destrezas) en la Biblioteca Euforión de diagonal 79. Después, seguí yendo a la Biblioteca a leer y a buscar material de lectura y de estudio. Cuando tenía 10 u 11 años, encontré un directivo de la Biblioteca, también empleado de la Universidad, que me habló de mi padre. Lo recordaba con afecto, me preguntó por mi madre y me dijo: “Cualquier cosa me ves; esa es mi oficina; estoy todos los días después de las 6 de la tarde.”

También, algunos vecinos y gente que lo conoció en la Facultad me hablaron de mi padre. Mi madre sólo me respondía lacónicamente cuando le preguntaba sobre él y me dijo que no quería hablar del tema. Me cortó de un golpe.

Ahora, mi madre está muerta. O sea, no está en la configuración que ocupamos vos y yo. Se llevó los motivos de su silencio con respecto a mi padre. Durante muchos años, muchos días y noches, abrigué la esperanza de que un hecho, una señal me permitiera desentrañar el enigma, el interrogante. Me gustaría saber si se casaron amándose o al menos deseándose. Desearía saber si fui hijo de la casualidad o de una búsqueda consciente, voluntaria.

Hoy, pienso que la conducta de mi madre, en este aspecto como en tantos otros, fue motivada por un esquematismo ideológico dogmático y ciego. Aunque esto sólo es una presunción.

- Si por infancia se entiende desde el nacimiento hasta los 12 ó 13 años, creo que fui inmensamente feliz. Muchas veces deseaba tener un padre, tener un padre en la casa, muchas veces sentía como en una cierta soledad las sombras silenciosas de mi madre y la mía. Pero eran momentos. Después, tenía mi barra, mis actividades y la presencia comprensiva y protectora de mamá.

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