sábado, 18 de septiembre de 2010

“Biografía Criolla (V de VI)-El cuento chino de Celeste “Peky” Cardozo”





Por Roque Domingo Graciano




ll) “Es difícil meterse en la cama de una mujer pero es fácil meterse en sus sueños”[1]

- Ni la escuela primaria ni la escuela secundaria dejaron huellas en mí. Creo que lo más importante que me pasó en mi vida escolar (más de 12 años) fue una calentura que me agarré en tercer año con el profesor de contabilidad. Años después, descubrí que no era contador sino odontólogo. Estuve tentada en hacerle “una visita higiénica”.

- ¡No! No lo hice. Él no me reconocería. Además, fue una calentura enclaustrada bajo 7 llaves. Jamás se lo conté a alguien. Creo que es la primera vez que la verbalizo.

No fui la única en estar caliente con un profesor; creo que todas las pibas se calientan con algún profesor, en menor o mayor medida. A Valeria Ivanisevich (una compañera), le pasó una de película. Otra alumna, Adriana Yuro, estaba caliente con el profesor de historia, un boludo al que llamábamos “Piernucha” porque le miraba las piernas a las pibas. Adriana le pidió a Valeria que le redactara un poema en francés para el profesor de historia que se llamaba Luis. Valeria, que hablaba y escribía francés correctamente, aceptó. Hizo un poema en francés donde jugaba con el nombre del profesor, Luis y el nombre de los reyes franceses: Luis XV, XVI, etcétera. Ahora bien, Adriana Yuro se lo hizo llegar al profesor tal cual lo recibió: manuscrito por Valeria. A la semana siguiente, durante la hora de historia, el profesor la hizo pasar al frente del aula a Valeria y la humilló por haberle escrito ese poema. La basureó cuanto quiso. La pobre flaca, Valeria, no tenía argumentos en su defensa porque, efectivamente, ella había escrito el poema pero lo había hecho “a pedido de” Adriana quien se lo había hecho llegar tal cual lo había recibido. Vivió y, de alguna manera, todos vivimos horas de angustia e impotencia porque éramos conscientes de una situación injusta, empiojada, confusa. Más, ¿cómo delatar a Adriana Yuro?; por sobre todas las cosas: ¿con qué pruebas? Los días pasaron y a los 2 meses terminó el ciclo escolar. Para nosotros, que estábamos en quinto año, terminó la escuela. Para mí, fue un momento de gloria. ¡Estaba repodrida!

El asunto de la carta no terminó ahí. Valeria Ivanisevich, una vez egresada, le contó a su madre lo sucedido. La madre de Valeria montó en cólera y un día en que el profesor de historia, Luis, estaba charlando con tres colegas en calle 7 y 48 (en la esquina del Banco Nación, frente a la Facultad de Humanidades), la señora Ivanisevich lo encaró, le recordó su conducta en relación con su hija y lo trató de “buchón”, insensible, ególatra, infantil y otros adjetivos por el estilo. Los colegas del profesor Luis (testigos involuntarios del enfrentamiento) quedaron azorados, confundidos. Uno de ellos intervino condescendiente hacia la mamá de Valeria: “La impunidad nos hace groseros y pavos”.



[1] El Sopa. (El Ordenador)

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