miércoles, 3 de marzo de 2010

Biografía Criolla (IV de VI) Las deliberaciones de Antonio "Pata" Beltrami






Por Roque Domingo Graciano




b) “Las pendejas de 15 años tenían su fiesta en un club





- La formación de mi hermana fue la típica de las chicas de la época. Estudió inglés, piano y “corte y confección”. En todos los barrios de Rosario, había “academia de corte y confección”. A la mañana, al mediodía y a la tarde se veía a las “señoritas” con una carpeta y una provocativa escuadra de madera.

Mi hermana viajaba al centro para estudiar inglés y piano. No recuerdo que hubiera instituto para estudiar piano en el barrio. Tampoco, inglés.

Piano, corte e inglés eran, para mí, tres atributos femeninos. Particularmente, odiaba el piano porque en las siestas de verano me tenía que bancar a mi hermana ejercitando “escalas”. Ese sonido monótono y repetitivo puede llevar al suicidio al varón más equilibrado. Creo que también la odiaban los vecinos.

- Para las adolescentes como mi hermana, la fiesta de 15 años era de una importancia superlativa. Se “graduaban” de señoritas. Significaba entrar en otro círculo, otro nivel, otra categoría; aspirar a tener un novio con quien bailar. Se sentían “mujer”. Por ese entonces, en nuestro segmento social, no se usaba el viaje al sur, al Caribe, a Norteamérica o Europa. Las pendejas de 15 años tenían su fiesta en un club o en la casa con traje blanco, largo, abundantes tules y el vals que bailaban con el padre.

- El varón no tenía un equivalente a la fiesta de 15 de las mujeres. Decir que el uso de los pantalones largos equivalía a la fiesta de 15 me parece, desde mi perspectiva, una exageración. La fiesta de 15 de mi hermana fue un terremoto en mi familia; un despelote, una histeria. Por primera vez en mi vida, odié a mi hermana y a la inestabilidad emocional de esos días. Meses antes de la fiesta de 15, se pintó y refaccionó la casa. Se requirió los servicios de un jardinero. Se compraron muebles y ropa nueva para toda la familia. Para la fiesta, se contrató un conjunto musical, servicio de confitería y, seguramente, me estoy olvidando de muchas cosas; entre otras, del trabajo de mi madre y de mi abuela, asistidas por 1 ó 2 mujeres. De la guita, ¡ni hablemos!

Todo eso estaba muy lejos de los pantalones largos del varón. No te estoy hablando sólo de mi familia sino de lo que era una costumbre arraigada en nuestra comunidad.

- El conjunto musical era lo que por aquel entonces se llamaba “característica” en oposición a la típica. La orquesta típica (bandoneón, bajo, guitarra y violín) ejecutaba tangos y milongas. La característica ejecutaba fox-trot como Pobre mariposa, Comienza el begin, Night and day y otros. También, pasodobles y algunas composiciones musicales derivadas de la tarantela italiana, como La raspa. Los instrumentos de las orquestas características eran la acordeona a piano, el piano, maracas (y otros instrumentos de percusión) e instrumentos de viento.

- No era muy compinche de mi hermana, si bien (ocasionalmente) la llevaba y la iba a buscar a clubes, hoteles o casas donde ella iba a bailar. No era una tarea que prioritariamente se me asignara o que yo hubiera asumido. El encargado de acompañar a mi hermana era mi padre. Se levantaba a la 1 ó 2 de la mañana, se tomaba un taxi e iba a traer a “la nena”. Esa tarea era de él y, básicamente, la cumplía. Si mi padre no podía ir, iba mi hermano y sólo en última instancia estaba yo, ¡si me agarraban!

Por lo tanto, no te puedo reconstruir la situación desde “adentro”; los enamoramientos de las adolescentes de entonces eran bastante boludos; metejones más bien platónicos, idealizados, fugaces. Un besito furtivo y un bailar “mejilla a mejilla” era lo más atrevido. De sexo, no se hablaba y las caricias eran casi evangélicas. Recuerdo que una noche la pasé a buscar, a mi hermana, por un cumpleaños de 15, dado que me quedaba en el camino hacia casa. Entré al vestíbulo profusamente iluminado, saludé y cuando iba acostumbrando la vista a la concurrencia, capté que una compañera de mi hermana, algo mayor, le pegó un tirón de pelo a mi hermana que usaba “cola de caballo” y que estaba bailando con un flaco. Al principio, no entendí el porqué del tirón de pelo; después, me di cuenta: la compañera le avisaba que estaba yo, su hermano, y que por lo tanto no podía bailar arrimadita al flaco. Te imaginás, si había tal reacción frente al hermano lo que sería frente al padre o la madre. La represión sexual hacia las adolescentes era fuerte, fuertísimo. El golpe más duro que podía sufrir una familia de mi área social era el embarazo de la hija soltera. Era una lápida difícil de levantar. En la custodia de “la nena”, concurríamos todos los familiares. Particularmente, los padres y los hermanos. Yo también contribuía a guardar la virginidad de mi hermana, sin embargo, como tenía mis propios fantasmas que me distraían y aturdían no podía cumplir la misión con eficacia.

- Hice natación y tenis hasta los 16 años. Iba con mis hermanos y otros amigos, la barra del club. Años después, en el centro, hice yudo. La única pileta techada de Rosario, por esa época, era la de Gimnasia y Esgrima de Rosario, año 1959. La de mi barrio era una pileta de verano de 37 metros de largo y seis andariveles.

- Para jugar al fútbol, cuando tenía 10 u 11 años, usábamos zapatillas Pampero. Las zapatillas Pampero eran de lona y suela de goma. También tenías las zapatillas Flecha que eran de lona y tenían puntera. En la punta, las zapatillas estaban reforzadas por una goma en forma de serrucho, con canaletas. Esta puntera te permitía patear mejor la pelota. Había unas zapatillas muy ordinarias: las Boyero.

Para ir a la escuela usaba los Gomicuer de Grimoldi. Era una zapatería elegante que tenía juegos para chicos en sus locales, lo que no era habitual. A mí me encantaba ir a Grimoldi. Tenía zapatos de calidad para chicos y para grandes. Los Gomicuer eran zapatos que se las bancaban. Eran zapatos negros, abotinados, con suela de goma.

- ¡Sí! ¡Sí! Había números para mí. Te advierto que jamás necesité zapatos a medida; siempre usé calzado estándar; medidas grandes pero estándar; tanto en calzados para salir, deportivos o de trabajo.

- Lo de “Pata” comenzó en la universidad; hasta el secundario me decían Tono. Cuando ingresé a la universidad, se usaba el pantalón vaquero[1]bombilla”, ajustado a las piernas. Estos pantalones acentuaban el tamaño de mis pies. Alguien, alguna vez, me llamó “patón” y así la cosa fue derivando en “el Pata” y terminé siendo “el Pata Beltrami”.

- Hasta los 12 años usábamos, religiosamente, pantalón corto. Además, camisa, pulóver, gabán, guantes y pasa-montaña. Para ir a la escuela, usábamos guardapolvo blanco. El gabán era azul (una especie de sacón grueso o sobretodo corto), cruzado; tenía solapas amplias que te abrigaban con generosidad, si las levantabas. Una ropa de marineros, creo. Ahora, no se la ve.

Abajo, zapatos y medias tres cuarto que te llegaban hasta debajo de las rodillas. Medias Carlitos ¡Lindo abrigo!

- Iba a una escuela de la comunidad que estaba en el centro. Privada y cara; te arrancaban la cabeza. Viajaba en tranvía. Tenía media hora o 40 minutos de viaje. El 17, la desgracia, tardaba menos; el 14, el borracho, como corresponde, tardaba más. Nos acompañaba mi viejo a la escuela. Él iba a su trabajo, en el centro.

El regreso del colegio lo hacíamos con algún vecino. Los padres se rotaban para ir a buscar a los chicos, tres o cuatro. Una vez un padre, otra vez, otro padre. En el tranvía, solos, viajábamos a partir de sexto grado, que era el último año de la escuela primaria.

Era una escuela bilingüe. Estábamos más de 6 horas en la escuela. Entrábamos temprano, a las 7 de la mañana. El tranvía estaba vacío los primeros 10 ó 15 minutos y se iba llenando a medida que nos acercábamos al centro. Hacía mucho frío.

- Los chicos en esa época tenían muchos sabañones en las orejas y en las manos y nuestros padres nos abrigaban para que no tuviéramos sabañones.

- La escuela era laica y tenía, como profesores, algunos intelectuales fascistas que habían emigrado de Italia a la caída del fascismo. El fascismo no es lo mismo que el nazismo. Mussolini era un hombre de una sólida formación; era anticlerical. Encendió una vela cuando tuvo que firmar el pacto de Letrán, porque así se lo exigían los intereses políticos. Los cuadros fascistas con formación intelectual eran ateos.



[1] Jeans. Pantalones de algodón; tela rústica, habitualmente de color azul. Los diseños habituales eran: bombilla, recto y oxford, este último con botamanga amplia, volada, cubriendo todo el pie. (El Ordenador)


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