jueves, 3 de diciembre de 2009

Biografía Criolla (III de VI) Las justificaciones de la Gurisa Martínez



Por Roque Domingo Graciano




g)“He tenido orgasmos con tipos que jamás me miraron y que he visto una sola vez en mi vida”



- Mientras tanto, seguía cursando la escuela secundaria. Asistía a la Normal 3, de 8 y 58. Durante el secundario tuve mucho novios; ninguno de la escuela. La escuela era mixta aunque había muy pocos varones. Me gustaban los hombres y me los bancaba. Para mí, un hombre no podía tener menos de 23 años. ¡Ya no me pasó lo del cementerio! Las relaciones las manejaba yo y me gustaba. Paralelamente a los novios, tuve amantes. También me los bancaba. Sentía necesidad de ser infiel, de tener otro hombre. He sido una mujer muy genital. Para mí, en mi juventud, las caricias debían comenzar en los genitales. Necesitaba el orgasmo primero, después la caricia, el elogio, el halago, el regalo. Mi cuerpo exigía sexo y cuando digo sexo digo genitalidad. Ser penetrada. Necesitaba y necesito el macho émbolo: el que penetra.

Mis amigas se enamoraban de la representación de la pareja; de cómo ella y él escenificarían, desfilarían; de qué imagen “venderían” en la confitería, en la peatonal o en el club. Yo me calentaba del tipo. En mi mente, no construía una pareja para un desfile social sino para tener sexo. El sólo pensar cómo me penetraría me producía un orgasmo. Cuanto más intensa era mi fantasía sexual, más gozaba y hacía gozar cuando se concretaba. No importaba que el tipo de mi fantasía fuera el mismo que el de la realidad. He tenido orgasmos con tipos que jamás me miraron y que he visto una sola vez en mi vida, en un negocio o en un bar.

Cuando me enamoré del Turco, por primera vez, tuve una vuelta sobre mí misma. Reflexioné sobre mi imagen, sobre la imagen que la pareja (el Turco y yo) proyectaríamos. Por primera vez, busqué “vender” una imagen. En ese momento, comprendí a mis compañeras; me sentí “mujer” en una definición clásica, tradicional.

- Conocí al Turco Habba, cuando yo trabajaba de preceptora en una escuela de Tolosa y cursaba el segundo año de la facultad; tenía 19 años. Siempre me levantaba tarde para ir a la escuela y tenía una directora que era una bruja. Encima, no tenía medios de transporte fluidos. Era costoso llegar hasta la escuela si bien estaba a 15 cuadras. La mayoría de las mañanas, me llevaba Juan, mi hermano, en moto. A veces, me tenía que ir caminando o en taxi. A esa hora de la mañana, siempre, me cruzaba con el Turco. Él iba en sentido contrario, hacia calle 12 donde tenía el negocio y yo hacia Tolosa, donde estaba la escuela. Los dos nos teníamos fichados. Reconocía su Torino plateado desde lejos. Sabía dónde tenía sus negocios, dónde vivía, quién era su mujer y los hijos que tenía.

Pese a que el Turco me interesaba nunca había charlado con él, ni siquiera lo había visto de cuerpo entero. Siempre lo veía conduciendo el Torino. Todo era de ojito, de mirada. Apenas un saludo, una inclinación de cabeza que yo no siempre contestaba. Así, pasó el tiempo.

- Por entonces, yo noviaba con el Buda Cardozo. En el plano de la genitalidad, la relación era un verdadero desastre. Vivía total y absolutamente insatisfecha y necesitaba vivir en plenitud mi cuerpo, sentir sexual, genitalmente.



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