lunes, 14 de septiembre de 2009

Biografía Criolla (II de VI) Los rasgueos de Adolfo




Por Roque Domingo Graciano



l) Bajáte de esa nube de pedo (1)


- La infiltración la practicaban todas las estructuras políticas ilegales o semilegales. El P.C.R.(2), por ejemplo, infiltró militantes en la zona de Salta y Jujuy porque estudios realizados indicaban que la “revolución” iba a ingresar a la Argentina por el norte. Los militantes del P.C.R. militaban en la superficie, en la legalidad; trabajaban en su oficio o profesión por eso tienen líderes sindicales como Santillani o José María.

Los montos y los perros, también infiltraban; lo hacían preferentemente en sindicatos, barrios del conurbano y en el movimiento estudiantil. Sin embargo, el objetivo de una y otra organización era distinto. Los perros buscaban la captación del individuo para incorporarlo a “su” ejército; los montos tenían como objetivo el copamiento de la estructura sindical, estudiantil o barrial. Por eso, los montos protagonizaban luchas sindicales y barriales que solían terminar con el asesinato de sindicalistas o dirigentes barriales o estudiantiles. Los perros no se metían en la interna de las organizaciones.

- La infiltración en organismos policiales o de seguridad, creo que la practicaban. Eso era una cuestión delicada, altamente peligrosa. Existir, existía pero, personalmente, jamás tuve un indicio cierto. Era una tarea muy hermética. Tengo la impresión de que la dirigían miembros de la conducción nacional. También, se infiltraban militantes para trabajos de inteligencia en otros estamentos sociales como en el empresariado o sectores pudientes de la sociedad. El objetivo era, generalmente, el secuestro y el rescate subsiguiente.

- Recuerdo dos anécdotas. La primera es la de Celia, una estudiante de arquitectura que tenía familiares en la zona de San Isidro. Celia era “combatiente”, mi graduación; es decir, monto, monto. Como la compañera tenía familiares en “la burguesía” de San Isidro y no estaba fichada, le encomendaron el seguimiento de un empresario americano de origen holandés, Van Dik. En esa tarea, Celia comenzó a frecuentar clubes, círculos y familias paquetas. Todo iba a pedir de boca hasta que tuvo la oportunidad de asistir a una fiesta. Una fiesta con 400 invitados en una residencia de película, con piscina y un lago artificial en la planta baja, alrededor del cual bailaban, comían y departían los invitados. Una residencia tipo Hollywood. Todo bien. No sólo estaba Van Dik sino sus dos hijos mayores que eran la presa apetecida.

Para redondear una noche exitosa, un multimillonario húngaro, cincuentón, se calentó con Celia y bailó con ella toda la noche. Le hizo mil propuestas, desde coger en el jardín hasta ponerla al frente de una empresa de construcción que tenía en EEUU.

A eso de las 4 de la madrugada, Celia subió a la planta alta para ir al baño, donde departió con otras minas más de media hora, mientras se distendía y se ordenaba mental y emocionalmente. Cuando salió del baño, quedaron tres mujeres totalmente alcoholizadas que intentaban recuperarse con anfetaminas y cocaína. En el pasillo, cuando buscaba la escalera para bajar, se cruzó con un gigantón de 2 metros, saco blanco y un vaso de whisky en la mano; la saludó con un gesto de cabeza y Celia respondió con una sonrisa. Jamás imaginó la avezada montonera lo que le sucedería fracciones de segundo después. El gigantón la tomó de la cintura como si fuera un bebé de dos meses. La introdujo en una habitación cercana y sobre una cama matrimonial la violó por la vagina y por el ano en reiteradas oportunidades. Celia se desmayó. Cuando recuperó el conocimiento, la orquesta de Mariano Mores, en la planta baja, tocaba Cuartito Azul. El violador había desaparecido como un sueño al despertarnos. Como pudo, llegó hasta el baño. Tenía la cara y todo el cuerpo como si la hubiera aplastado un camión. Más que una mujer era un moretón. Otras señoras la ayudaron dándole elementos para que se higienizara y maquillara. Las borrachas de antes ya no estaban. “Lo peor del caso es que no tengo ni idea de cómo era ese hijo de puta. Salvo que tenía saco blanco, un vaso de whisky en la mano derecha y 2 litros en el cuerpo.”

- Exactamente, “cazador cazado”.

- Lo de Van Dik no se pudo concretar. En primer lugar, porque Celia quedó de la nuca. Oscilaba del temor más incontrolado (de pronto, deseaba huir a Europa o África) a la furia homicida: quería dinamitar todo San Isidro. Asimismo, lo de la violación bien podía ser un mensaje. En esas condiciones, no podés lanzar una operación. No tiene un sustento mínimo.

- Yo no la vi. Los compañeros que la vieron dicen que era un machucón. “Ni la Brigada de Bánfield te deja así.”

- El segundo caso es el de Tony, un “aspirante” que militaba en la “villa”(3) de 15 y 530. Tony, a través de su militancia en Tolosa, tomó contacto con una empresa que seleccionaba personal doméstico para familias de Capital y el conurbano. La organización montoneros le ordenó que a través de la empresa se infiltrara como personal de servicio doméstico en familias acaudaladas. Tony, que era un “aspirante” bien calificado (próximo a ascender a combatiente, montonero o guerrillero), comenzó a trabajar en casas de familia de Capital y a los pocos meses era visto como un empleado eficiente. Así, fue a trabajar a la casa de un gerente de la empresa Shell en Vicente López, Jaime Montemorelos, un mexicano que residía en la Argentina desde hacía 3 años. La familia de Montemorelos estaba compuesta, además de su esposa, por tres hijas de 18, 16 y 14 años.

Ahora bien, Tony era un flaco de 22 años; de 1 metro 80, espalda y brazos trabajados, frente espaciosa, tez blanca, cabello castaño y bastante narigón que era lo único que afeaba su rostro aunque, por ahí, era lo que erotizó a las chinitas de Montemorelos porque al poco tiempo, las tres estaban recalientes con el mucamo que era de carácter suave y, aparentemente, sumiso.

Desde un punto de vista “bélico”, la posición conquistada por Tony era excelente porque no sólo le permitía vigilar a la familia de un gerente de la Shell sino también a otros líderes de la empresa petrolera y allegados. En consecuencia, la organización montoneros lo ascendió a combatiente, es decir, miembro de la organización.

A todo esto, los Montemorelos padres captaron la movilización que Tony producía en sus hijas y también observaron la distancia y discreción con que les respondía Tony quien tenía vedado, terminantemente, involucrarse con las mujeres. Como suele suceder, la indiferencia encendió más la pasión de las chiquilinas y la observación sagaz de la madre se intensificó al punto de despertar en ella un interés vaginal.

Con el correr de los días, la situación en Vicente López se hacía insostenible para Tony que era un pibe de barrio, lleno de ideales y buenas intenciones, absolutamente convencido de que lo “suyo” era una causa justa, casi sagrada y justificada por la historia. Sólo esa convicción le permitió resistir el embate absolutamente descarado de las cuatro mujeres que no sólo se paseaban desnudas delante de él sino que se mostraban cuando se depilaban el pubis o le ordenaban que les alcanzara el toallón cuando salían de la bañadera.

Lo que le dio un corte definitivo a esa situación fue el secuestro del jefe de Montemorelos, Mr. Fergunson, planificado con la información brindada por Tony. Un comando guerrillero lo esperó al señor Fergunson en su camino al `centro´(4), en la prolongación de la avenida Libertador, disfrazado de operarios que fijaban carteles en la vía pública. La operación duró 20 segundos y quedaron como testimonio del hecho la escalera, los carteles, una camioneta de los guerrilleros y el auto del gerente de la petrolera.

El secuestro no sólo tensó la cúpula de la empresa sino que disciplinó a las mujeres de Montemorelos. Tony suspiró con alivio; el respiro no le duró mucho porque debió acompañar a su patrón, Montemorelos, en diversas tratativas con los secuestradores, lo que lo hacía totalmente vulnerable a las investigaciones policiales. Lo ponía en el centro de la observación policial. Como para huir era tarde, se resignó a aguantar lo que viniera. Por suerte para Tony, sus jefes montoneros, en esta ocasión, habían preservado con rigor la fuente de información y Tony pasó sin lesiones el filtro policial. El pago millonario del secuestro extorsivo se hizo en 3 ó 4 entregas. Una de ellas la debió hacer el propio Montemorelos que debía arrojar un bolso repleto de dólares desde un tren en marcha cuando recibiera determinada señal desde afuera del tren. Montemorelos debía viajar solo en la ventanilla de la izquierda del tren que unía Constitución con La Plata, cuando viera una camioneta y sobre ella tres hombres agitando una bandera de Boca Juniors, una bandera argentina y una bandera de Rosario Central debía arrojar el bolso. Si llegaba a La Plata y la señal no se había producido, debía volver a Constitución, en el tren siguiente, esta vez sentado sobre la ventanilla de la derecha. La consigna indicaba que debía repetir la operación tantas veces como fuera necesario.

Como la entrega del dinero en esas circunstancias le producía temores fundados, Montemorelos le pidió a Tony que lo acompañara, junto con 2 hombres de seguridad de la empresa que vigilarían desde una distancia prudencial. Tony debió aceptar.

El día y la hora señalada tomaron el tren rumbo a La Plata. En su trayecto, Montemorelos no vio las banderas ni la camioneta por lo tanto, tal como se lo habían ordenado, tomó el siguiente tren a Constitución. Tony se mantenía a cierta distancia tratando de pasar desapercibido. Cuando el tren arrancó en la estación de Bernal, una pareja que había subido en Berazategui se le acercó a Montemorelos y le dijeron que no habría camioneta ni banderas. Le arrancaron el bolso y se arrojaron del tren en marcha. Tony, desde la ventanilla, vio los autos que los esperaban. “Son los muchachos”, pensó.

Liberado el señor Fergunson, la empresa Shell cambió toda la cúpula de la filial en la Argentina y Montemorelos y su familia debieron tomarse unas vacaciones obligatorias en España, antes de recibir nuevo destino. Quisieron llevarlo a Tony y a otros servidores; Tony no aceptó. “Mis padres me necesitan y tengo un hermano estudiando medicina que no sólo requiere mi apoyo económico sino también afectivo. Gracias.” Decididamente, no dejaba de sorprenderlos gratamente. “Es distinto.” “Los argentinos son educados y familieros.”

La guerra continuó y a Tony se le asignaron otras tareas que cumplió con suerte diversa hasta que la diáspora guerrillera lo llevó a México. Era un Tony descreído de sus dioses de juventud, amargado y herido por la venalidad de sus antiguos jefes. Se acordó de Montemorelos y se entrevistó con él. “Fui guerrillero y participé del secuestro del señor Fergunson y, posteriormente, de muchas cosas más. La guerrilla y la política para mí es pasado.” Evidentemente, Tony no terminaba de sorprenderlo.

- “Gasté miles de dólares para que se estudiaran los antecedentes de ‘todos’ los que trabajaban en mi casa y los tuyo siempre daban OK, sólo me hablaban de los coqueteos que te hacían las mujeres.”

- “En ese entonces, yo era muy joven e inexperto, hoy sí cumpliría con ellas.”

Montemorelos estalló en una carcajada y le abrió la puerta para que ingresara a la empresa.



(1) El Labuelo. (El Ordenador)


(2) Partido Comunista Revolucionario. Un desprendimiento del P.C. línea URSS. (El Ordenador)


(3) “Villa” deviene de “villa miseria”. Asentamiento precario, paupérrimo, sin servicios elementales. Habitualmente, en terrenos fiscales y/o usurpados. Sus habitantes (con altísima ocurrencia) son desocupados o sub-ocupados. De estos términos, deriva el despectivo “villero/s”. (El Ordenador)


(4)`Centro´ señala a la ciudad de Buenos Aires. Puntualmente, Plaza de Mayo, calle Florida, Rivadavia, Entre Ríos, San Martín, avenida de Mayo, Santa Fe, el Obelisco. Los lugares más concurridos y donde se asienta el poder político, financiero y comercial de Argentina. (El Ordenador)


1 comentario:

HÉCTOR dijo...

Quisiera sufrir todas las humillaciones, todas las torturas, el ostracismo absoluto y hasta la muerte, para impedir la violencia.
Mahatma Gandhi