lunes, 19 de octubre de 2009

Biografía Criolla (II de VI) Los rasgueos de Adolfo



Por Roque Domingo Graciano



p)“Jugá tu trampa tranquilo que el naipe que tenés, Dios te lo puso en la mano(1)”


- Simón se ha mudado. Vive en Bernal, cerca de la estación ferroviaria, en calle Avellaneda, a unas cuadras de la Biblioteca Rivadavia. Hace cosa de 2 años armó una pareja estable. Compró una casa confortable de dos plantas, con parque y jardín.

- Hace una ponchada de años, al sur de la ciudad de Mar del Plata (en la zona de playa La Serena) apareció el Vasco Gorostiaga de oficio pocero(2). Joven, a los 19 años, comenzó a noviar con Norma Fernández, una chiquilina de la zona, hija de una familia evangelista, cumplidora a raja tablas de los preceptos bíblicos y demás mandamientos. “La Norma era unos años menor que él, de carácter fuerte tirando a agrio, lectora y cumplidora de la Biblia al mango. El Vasco la quería y lo seducía su vuelo intelectual y la rigidez de su conducta. Noviaron 6 años en la más estricta abstinencia sexual, permitiéndose como toda licencia un fugaz beso en los labios y un leve roce de sus cuerpos. Durante el noviazgo, el Vasco tuvo algunas experiencias sexuales con prostitutas de la zona sin gratificación; en parte, porque ya estaba fuertemente penetrado por la prédica evangelista.

Se casaron y, en cuanto a lo sexual, no hubo mayores variantes. Norma buscaba, exclusivamente, la procreación y se prohibía cualquier sensación de placer. Esta situación enloqueció al Vasco. Sintió asco de sí mismo. Odió a su mujer y tuvo gestos de rebeldía que fueron acallados, rápidamente, por el rígido discurso evangelista y el carácter pétreo de Norma.

En lo laboral, el Vasco seguía haciendo pozos y levantando molinos de viento, lo que le permitió consolidar una posición económica, en una suerte de compensación por sus penurias matrimoniales.

Compró un predio en San Eduardo (20 kilómetros al sur de La Serena) y edificó un galpón de 300 m2 (instalado con torno, soldadoras, cortadoras, perforadoras y demás herramientas), una casa de dos plantas de 120 m2 y una casa similar para alquilar a los turistas, en una colina con vista al mar.

El hijo deseado por Norma no llegó, posiblemente, porque para tener hijos es necesario, habitualmente, tener cierta actividad sexual y la pareja dejó de tener sexo después de las primeras frustraciones. En sustitución, adoptaron un niño, hijo de una parienta lejana de Norma.

Cuando el chiquilín entraba en la pubertad, Norma murió envuelta en plegarias, limón y cicuta.

El Vasco sintió una sensación de libertad e intuyó la posibilidad de un universo distinto. Los vientos helados del Atlántico sur no habían mellado su cuerpo y a los 37 años, se sentía entero. Devolvió el hijo adoptivo a la madre biológica con una fuerte suma de dinero y a la familia de Norma, le regaló una camioneta Ford F100 diesel, “necesaria para visitar a los hermanos”. Todos quedaron satisfechos y el Vasco se quedó solo, sin odio ni rencores, contemplando desde su acantilado el manto de estrellas y el frío, neblinoso mar del invierno.

En el otoño del año 1995, el pastor de la iglesia, con quien mantenía una relación semanal, lo tentó para que viajara a Cuba.

- “Castro está permitiendo una cierta actividad religiosa y necesitamos retomar contacto con antiguas familias evangélicas. El régimen castrista vive actualmente del turismo. Son miles los argentinos que viajan a la isla. A vos, no te tienen identificado como perteneciente a la iglesia. En lo posible, estudiá la posibilidad de pagarte el viaje y los gastos. Tomálo como parte del diezmo.”

- “Sobre la plata, no hay problemas pero tengo unos trabajos pendientes.”

- “Tomáte tu tiempo.”

La misión era, básicamente, observar y, de ser posible, dejar algún tenue mensaje, del tipo: “estamos presentes”. En junio de 1995, el Vasco Gorostiaga desembarcó en La Habana. Se hospedó en el hotel Capri y de allí arregló una excursión “por tierra” hasta Santiago de Cuba con varias escalas intermedias: Matanzas (“solitaria y coqueta”), Cienfuegos, Ciego de Ávila, Santa Cruz del Sur, Bayano (a orillas del Salado) y Santiago de Cuba en la provincia de Oriente. El itinerario lo cumplió sin problemas en el término de 73 días. Fue hasta Santiago de Cuba con las escalas previstas y volvió a La Habana repitiendo las mismas paradas. El resultado fue magro. La mayoría de las familias evangélicas habían emigrado hacia La Habana. Otras, militaban en el ateísmo oficial “con la vehemencia del converso”. No obstante, cuando pudo dejar un mensaje, lo hizo.

Si los resultados “evangélicos” fueron flacos, en cambio, fue rica la experiencia del Vasco en el plano afectivo y sexual. Desde su arribo a La Habana, se le hizo cuesta arriba mantenerse casto, en medio de un pueblo joven y caliente que miraba descarada y codiciosamente a ese “sozinho” cuarentón, colorado y grandote, portador de una billetera henchida de dólares.

Como “débil es la carne” y Dios nos hizo imperfectos, el Vasquito sucumbió en varias oportunidades, descubriendo una sexualidad que opacaba sus más osadas fantasías.

La frutilla del postre lo esperaba al final. Cinco días antes de embarcarse para Buenos Aires (nuevamente en el Hotel Capri de La Habana), conoció a Simón cuando coincidieron (y se reconocieron como argentinos) en una toma de fotos desde la terraza del hotel, junto a la piscina, desde donde había una excepcional vista de la ciudad y el mar. Compartieron un trago y a la noche salieron de farra. Ni esa noche ni las noches subsiguientes tuvieron un gesto de inhibición. No se privaron de nada. Armonizaron sus respectivos regresos y con el correr del tiempo, ya aquí, en la Argentina, consolidaron la pareja.

El Vasco vendió sus propiedades de San Eduardo. Ahora, vive con Simón en Bernal.

- Creo que como padre he sido un pésimo padre. Peor marido y hermano. Como hijo he sido aceptable, lo mismo que como veterinario por aquello de que “el hijo del quinielero, quinielero sale.” Como político, un desastre. Un amigo leal; eso creo. Básicamente, me siento guitarrero. Cuando deba enfrentarme a Dios, quisiera hacerlo con una guitarra en mis manos y Él recordará que en las cuerdas de mi guitarra, ¡hasta las monjas bailaron!(3)



(1) El Labuelo. (El Ordenador)

(2) El que hace pozos para la obtención de agua para consumo humano, animal o para riego. (El Ordenador)

(3) Últimas palabras de Adolfo en el relato. (El Ordenador)


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