lunes, 19 de octubre de 2009

Biografía Criolla (II de VI) Los rasgueos de Adolfo




Por Roque Domingo Graciano



o) "No se puede tocar el pasado impunemente"



- Le tengo terror al pasado. Hay personas que entran y salen del pasado con fluidez y elegancia; no es mi caso; quedo atascado, como maniatado, atónito, sin gestos ni palabras. Mi primer pasado fue Paraná. Cuando volví a Paraná desde La Plata, me encontré descentrado, inarmónico en mi ciudad natal y con mi familia. Personas que me habían visto nacer y crecer me miraban de una manera rara, extraña, lejana. En calle San Martín, había (y aún debe haber) una librería en la que yo desde chico iba a comprar papelería para la oficina (vendían libros, formularios y otros materiales relacionados con el papeleo); uno de los dependientes, Ricardo, era 3 años mayor que yo; la frecuentación periódica y la escasa diferencia de edad hizo que entabláramos una amistad que se prolongó en reuniones sociales y encuentros en la playa. Durante mis primeras vacaciones en Paraná, fui a la librería a comprar unos libros para regalar. Lo busqué a Ricardo para que me atendiera y me atendió frío y distante; cuando quise entablar un diálogo sobre la playa o sobre algunas gurisas me cortó con una pregunta “¿Lo pagás en efectivo o lo anoto?” Me dejó de la nuca. Salí de la librería como pisando huevos; sudado. Nunca más volví. A los pocos días, cuando me estaba olvidando de Ricardo me crucé en la esquina de mi casa con una de las gurisas de Cúneo. Charlamos brevemente y cuando nos despedíamos, con dulzura, sin agresividad, me dijo: “¿Por qué hablás como porteño? Vos sos entrerriano. Debés hablar como entrerriano.”

Me cagó.

Años después, mientras le mostraba a Adriana las obras conexas al túnel subfluvial, un chiquilín de 6 años que estaba jugando en la rambla con unos autitos, desde abajo, sin mirarnos, dijo: “¡Porteños de mierda, hijos de puta!”

- Claro. La fonética es una exclusión o una puerta de entrada. A mí, lo que me caga es que me contamino inmediatamente del dialecto que me rodea. Si voy a Córdoba, a las 48 horas hablo como un cordobés; lo mismo me pasó en Centroamérica, México o Ecuador. ¿Mimetismo fonético?

- Otro tanto me pasó cuando regresé a La Plata desde Ecuador, en 1982. Llegué exultante y me miraban desde abajo, como a un extraño, con desconfianza. Me sentía observado a la distancia, con temor y ocultamiento.

No se puede tocar el pasado impunemente. El pasado golpea, remueve, hiere, por sobre todo, incomoda; te deja out.

- Adriana vive no lejos de aquí y jamás se me ocurriría visitarla. Ella también es mi pasado y le temo. No por lo que ella es sino porque es mi pasado. A veces, voy a su casa, cuando me invita Mariana o para el cumpleaños de alguno de los chicos; en tal caso, trato de que mi visita sea breve y nunca quedarme solo con Adriana. Busco la brevedad y la distancia.


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