miércoles, 10 de febrero de 2010

Biografía Criolla (III de VI) Las justificaciones de la Gurisa Martínez



Por Roque Domingo Graciano




rr)“decidimos viajar a Montevideo”



- A principios de 1982, recibimos información de la Unión Obrera Metalúrgica en el sentido de que podíamos regresar. Miguel prefirió no actuar precipitadamente y chequeó la información en otros círculos. Yo estaba embarazada de 6 meses y decidimos viajar a Montevideo y entrar a la Argentina por el puente Fray Bentos – Gualeguaychú. Quince días antes de embarcarnos, falleció papá. Dios no quiso que nos despidiéramos. Murió sabiendo que iba a ser abuelo y que yo estaría muy pronto en Argentina. Deseo que eso alegrara sus últimos momentos. Hasta hoy, le sigo pidiendo perdón por el inmerecido sufrimiento que le causé.

Mi primer hijo nació en el Instituto Médico Platense; en calle 1 y 50, frente al histórico “Comedor Universitario”. Un mes y pico después, los milicos se mandaron la cagada de Malvinas. Miguel tuvo un ataque de patrioterismo y se la pasaba de reunión en reunión y de ahí a Plaza de Mayo. Tan embalado estaba que hasta me embaló a mí. El 14 de junio[1] fue un balde de agua fría. Para colmo, en el ínterin falleció mi vieja.

Lo positivo fue que charlamos mucho con Miguel y nos prometimos actuar, “a partir de ahora” con absoluta madurez y consenso entre nosotros. “Somos viejos, Miguel; somos viejos. Ya no podemos actuar como boluditos. ¡Tu hijo te lo prohíbe!”

- Desde lo cotidiano, lo que me apasionó fue caminar en Plaza Moreno. Cuando llegué, tenía un embarazo casi en fecha y los médicos me recomendaron que caminara. Gocé enormemente el sol, los jardines y los espacios embaldosados de Plaza Moreno. La Catedral sin terminar y sin revoque. Me reencontré con `el bosque´, con amistades, con familiares. Fue muy hermoso.

Lo ingrato fue desarmar la casa de mis padres, porque Juan la había cerrado y dejado tal como estaba cuando internaron a mamá. Yo tenía mi hijo de meses y tuve que desarmar la casa donde habíamos nacido y nos habíamos criado. Fue duro, muy duro. Regalar muebles, ordenar, tirar y donar ropa. Encontrar fotos y objetos olvidados. Es como revivir y matar en un mismo gesto a mi padre, a mi madre y a mí misma.

Un hallazgo me perturbó durante mucho tiempo. En el dormitorio de mis padres, había un placard de unos tres metros de largo por dos de alto. Era un mueble de cedro, que siempre lo conocimos como “el placard de mamá”. Ella guardaba allí sus ropas, sus objetos, sus papeles, sus joyas, su dinero. Era un mueble personal al que sólo ella tenía acceso; ni siquiera mi padre lo usaba. Sabía que ese placard iba a ser un hueso duro de masticar. La casa estaba virtualmente vacía y yo no abría el placard. Deliberadamente, lo dejé para lo último. Llegó el momento y lo abrí. Encontré las ropas de mi madre, zapatos, radiografías, informes de médicos, las libretas sanitarias de Juan y mía cuando íbamos a la primaria, la libreta de casamiento, las partidas de nacimiento de Juan y mía, el vestido de casamiento que mamá había usado, joyas, fotografías familiares, recortes de diarios y muchas cosas más. En la parte de abajo del placard, había una valija de cuero que no recuerdo haber visto antes. La abrí y, para mi sorpresa, la valija estaba llena de cartas, perfectamente ordenadas, enviadas a mi nombre; todos los sobres estaban sin abrir; eran cientos de cartas, todas sin abrir, dirigidas a mí y con el mismo remitente: Ramón Villarreal - San José (Entre Ríos). Todos los meses, todos, me escribía una carta que mi madre, silenciosa, guardaba en la valija del placard.

- Mirá, he aprendido a descreer de los reduccionismos. Mi vida no es una frase, una palabra. Mi vida es una vida. Si querés algo emblemático, ejemplificador, sorprendente quizá, es que en esta vida no hay cobardes, pese a lo cual, es nuestra obligación encontrarle una virtud a la vida[2].



[1] Fecha en que el Ejército argentino capituló ante las tropas inglesas encargadas de recuperar las islas Malvinas. La ocupación del Ejército argentino fue desde el 2 de abril hasta el 14 de junio de 1982. (El Ordenador)

[2] Últimas palabras de la Gurisa Martínez en el relato. (El Ordenador)


No hay comentarios: