Por Roque Domingo Graciano
g) “Yo adoraba ese cuerpo”
- Mi primera gran calentura fue la madre de un compañero de la barra, Cacho Capelletti. Cacho era hijo único, como yo y vivía a 50 metros de casa pero tenía padre. El padre y la madre trabajaban en el Ministerio de Economía, en la Dirección de Rentas. La madre de Cacho me enloquecía, podía llegar a matar, a robar, a hacer cualquier cosa por esa mujer. Ya había tenido relaciones sexuales con otras mujeres, de cualquier manera, fantaseaba con esa mujer de manera sórdida. La mina trabajaba de mañana en el Ministerio, volvía a la casa al mediodía y regresaba a la tarde para hacer “horas extras”. Cuando ella volvía a la casa, frecuentemente, estábamos con Cacho. La mina nos saludaba, nos daba un beso y entraba al dormitorio, se quitaba la ropa, se ponía una suerte de cofia en la cabeza (para que no le tomara olor el cabello) y en corpiño, bombacha y tacos altos pasaba para la cocina o el baño. Yo adoraba ese cuerpo. A veces, yo entraba a la casa y ella estaba en la cama, leyendo una revista, en bombacha y sin corpiño: “Pasá, Cacho enseguida vuelve, me fue a comprar cigarrillos.” Me sentaba en el vestíbulo e intentaba leer una revista pero no podía; esa mujer desnuda me obsesionaba. Llegué a masturbarme, ahí, en el sillón a pocos metros de ella.
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